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Hay un claro repunte en los precios del petróleo para este remate de año que debe manejarse con cuidado sin creer de nuevo que somos petroleros
Hay buenas noticias petroleras entrado el penúltimo mes del año, el petróleo Brent cerró a US$63,69 el barril, mientras que el WTI hizo lo propio a US$57,2, dos precios que como se comparen son mucho más altos que los registrados durante el año en curso, incluso son los más significativos desde hace tres años. Poco a poco se empieza a recuperar uno de los sectores más golpeados en los últimos años cuando el barril de crudo pasó de costar unos US$50 a US$30 en promedio, una situación que le abrió un gran agujero a las finanzas nacionales y de otros países que tienen en el petróleo el producto de mayores ventas en el exterior.
La causa de este importante repunte en el precio del petróleo tiene que ver con el agite político en Arabia Saudita y en la estrategia adoptada por los países productores de crudo pertenecientes a la Opep, que decidieron hace un par de meses mantener los niveles de producción para evitar especulación en el mercado y que los precios cayeran.
Los analistas explican el repunte en los precios a que Arabia Saudita, el mayor exportador mundial de crudo, está aferrado a la política interna de impulsar los precios del petróleo, al menos por dos años más porque -en sus palabras- existe satisfacción internacional con el acuerdo para reducir la producción entre los mayores exportadores y otros productores importantes como Rusia. Desde agosto de 2014 los precios del petróleo cayeron y arrastraron fuertes crisis internas en algunos países del Medio Oriente y en Venezuela, Ecuador y México, solo para mirar tres casos en la región.
Pero Colombia no fue la excepción y la caída de los precios del petróleo desde 2014 ha sido la explicación fiscal a la complicada situación de las finanzas públicas. Pero la recuperación en los precios del crudo no solo es el cambio de tercio en el sector, también hay reactivación en los pozos perforados: en 2015 fueron 25; 21 en 2016 y el número asciende a 37 en lo que va corrido del año, un monto importante y con consecuencias en el sector de los servicios petroleros. Y las inversiones en producción se calculan entre US$3.050 y US$3.350 millones. Es un hecho que 2018 se viene como un año de reactivación petrolera, situación que recreará una mini-bonanza que se debe manejar con moderación, pues volver a creernos petroleros es una de las enseñanzas que nos ha dejado la crisis de los precios.
Colombia es un país con petróleo que debe mantener unos niveles de producción adecuados para sus finanzas internas, teniendo en cuenta los precios en el mercado, pero no se debe caer en el error de creerse nuevamente petrolero y hacer depender la economía doméstica de lo que pase con el crudo, tal como sucedió a comienzos de la última década y entre los años 80 y 90, en los viejos tiempos de Caño Limón, Cusiana, Cupiagua, Rubiales y el sonado Piedemonte Llanero.
Cuando se hace análisis histórico y se mira la espina dorsal de la economía colombiana solo aparece el café entre finales de los años 50 y bien entrados los 80, como fuente aparentemente inagotable de divisas; y desde hace un poco más de tres décadas, el petróleo ha sido ese producto de exportación que mantuvo durante algún tiempo superavitaria la balanza comercial, situación que cambió en 2014, pero ahora el país económico debe encontrar otras vocaciones complementarias para entrar en una época de desarrollo más sostenida.
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