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EDITORIAL

Los olvidados de los bancos

jueves, 26 de octubre de 2017

Por simple definición Producto Interno Bruto agrupa todo lo producido por la economía, pero una como la nuestra es más diversa

Editorial

Hasta hace pocos años el Producto Interno Bruto -dicho sea de paso es el conjunto de los bienes y servicios producidos en un país en un año- en Colombia tenía dos presentaciones: con trilla de café y sin ella; ahora algunos técnicos también hacen la excepción con o sin la economía sumergida, esa que no se deja contar y que el Estado no ha podido vigilar ni cuantificar.

Una es la economía formal, la que paga impuestos, tiene una nómina, descuenta parafiscales, se preocupa por la salud, la educación y las pensiones de sus trabajadores, mientras que hay una sumergida que es enorme, informal, evidente, que crece y que a nadie le importa. La informalidad en Colombia es como un elefante en la sala al que todos tratan de evadir o pasar inadvertido.

Esa economía informal es elocuente, grotesca, tiene sus propias redes sociales, presentaciones y sus desconfiados coqueteos con la formalidad. Y es tan buen negocio y está tan anquilosada que sus actores nunca se pasarán al lado formal por más incentivos económicos que las instituciones les brinden.

Una manera eficaz de verla para analizar cómo funciona es seguir el efectivo que utiliza para sus transacciones. En términos macroeconómicos el dinero efectivo que maneja está incluido en la oferta monetaria que vigila celosamente el Banco de la República, no obstante la entrada oculta de capitales, el lavado de activos y otras formas de aumentar este monto, distorsionan la realidad y afectan el flujo monetario.

Pero hay un asunto bien interesante que sobrevive en la oscuridad de la informalidad y es la desconfianza, la malicia, la falta de educación y otro lastres culturales que hacen que los informales prefieran ir donde un prestamista usurero que acudir al sistema financiero tradicional. Recordemos que la tasa de usura está en 31,73% efectivo anual, quiere decir esto que más allá de esta cifra se considera usura, pero los llamado paga-diarios cobran, según Asobancaria, hasta 450% efectivo anual. La pregunta es ¿por qué la gente informal prefiere pagar estos porcentajes que acudir a la banca?

Gran parte de la respuesta tiene que ver con la introducción, la desconfianza y la economía sumergida. Dos situaciones que deben ser atacadas por el sistema financiero formal de frente para sacar a más colombianos de los “gota a gota” y ofrecerles mayor formalidad con sistemas crediticios a su medida, que ya los hay en el mercado y que no son muy promocionados ni publicitados por los mismos bancos.

La otra herramienta que se abre paso como un dinamizador de la bancarización son las empresas de servicios postales que poco a poco se han convertido en una realidad para el sistema financiero emergida de la informalidad. No se puede desconocer que la inmensa mayoría de los colombianos utilizan las empresas de giros para pagar servicios públicos para recibir o enviar remesas, comprar minutos para sus celulares, adquirir el Soat o jugar loterías, entre otras de las actividades asociadas a la economía popular. Es imposible no ver que este “sistema financiero” paralelo goza de buena salud, de confianza y de ubicación, pues por lo general están en donde no llegan los bancos y le ganan espacio a los “paga diario” o “gota a gota”. En la formalización, legalización y robustecimiento de las empresas de servicios postales está gran parte de la solución a la informalidad.

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