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Jóvenes entre 18 y 25 años que no estudian ni trabajan
Poco más de US$1.000 millones en remesas llegan al país de los colombianos que trabajan en el exterior y envían este dinero a sus familias en Colombia, qué hacer con esa plata
Colombia hace parte de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, Ocde, conocido como el club de las buenas prácticas para poder compararse con países que han hecho bien las cosas en materia económica. Es el escenario adecuado para medir a los jóvenes, a los gobiernos, los fundamentales de la economía, la competitividad, la productividad, pero sobre todo, la velocidad con que un país se adecua a los imperativos del desarrollo, en especial cómo usa los recursos escasos o cómo multiplica sus privilegios y ventajas competitivas.
Desde hace un lustro, hay una creciente diáspora de colombianos a países como Estados Unidos, España, México y Chile, en particular, fruto de la incertidumbre política colombiana, el desempleo, pero sobre todo, las grandes oportunidades que hay en los países más desarrollados en oficios varios. Esa avalancha migratoria ha contribuido a reducir el desempleo tradicional en Colombia, al tiempo que ha generado fenómenos sociales llamativos, como es el de los “ninis”, jóvenes que ni estudian, ni trabajan.
El Departamento Administrativo Nacional de Estadística, Dane, dice que esta población alcanzó 2,4 millones, en promedio. Son 21,4% de las personas en edad de trabajar para el rango de edad de entre 15 y 28 años. Gran parte de la explicación de esos “ninis” tiene que ver con el dinero de las remesas que este año superará los US$13.000 millones, casi 4% del PIB, una cifra que bate todos los niveles históricos y que aún no es potenciada por las familias y los mismos gobiernos. Mucho del dinero de las remesas se va a mantener a jóvenes que no quieren estudiar ni trabajar, porque sus emisores de ese dinero no encuentran caminos distintos que beneficien a sus familiares más jóvenes.
Las remesas deberían usarse en compra, reconstrucción, adecuación, salud y estudio de los receptores; y en ello deberían contribuir los bancos, las constructoras y las universidades, porque son muchos millones de dólares los que llegan y van a llegar por remesas. El valor de las remesas que está llegando a fortalecer el estado social de los “ninis”, prácticamente supera a las exportaciones de café o petróleo, y se está desvaneciendo en el torbellino del consumo.
Quizá las remesas asciendan en una década a 10% del PIB, para lo cual debe haber un cambio social de cómo se usa ese dinero para edificar una economía que ha expulsado a los emisores de ese dinero en exterior, ojalá ese gran monto de dinero -o una buena parte- se use para dinamizar el sector de la construcción, mejorar la formación de los receptores e incluso como base para montar emprendimientos.
Claro que es un dinero particular fruto de arduos trabajos, muchas veces informales de colombianos en el exterior, pero no sobra enfocar esos recursos en pueblos y ciudades que no solo se queme en consumo, sino que vaya a más servicios y bienes duraderos que transformen a las familias. En la Ocde hay países con casos exitosos, como México, de uso de las remesas, un dinero que debe optimizarse antes de que las economías desde donde se envía tomen cartas en el asunto y le carguen más impuestos. Hay temas sobre el tapete de la opinión pública y la economía como las remesas, la informalidad, la movilidad, el auge de la agroindustria, que deben tener agenda en la política.
En la Fifa hay 211 países y territorios asociados, 48 de los cuales participarán en el próximo Mundial que se jugará en tres países y moverá más de US$50.000 millones