Las deudas del Banco de la República

El Banco de la República está cumpliendo 100 años de existencia, nacido en la misma camada que la Contraloría General y la Superintendencia Financiera, tres entidades clave para el funcionamiento del modelo económico colombiano, pero si bien las tres son harina del mismo costal, no necesariamente funcionan de la misma manera, como tampoco han logrado la necesaria independencia política con que fueron ideadas.

El caso de la Contraloría y la Súper será tema para el futuro, de momento es preciso concentrarse en identificar algunos lunares en el Banco de la República, que puedan mejorarse o acelerar su proceso de modernización. Lo primero es que la llamada “independencia” del Emisor es solo de enunciación, pues no se puede desligar que los codirectores son nombrados por el Presidente de turno y que las dos reelecciones de Uribe y Santos, rompieron unos tímidos equilibrios, si bien ambos mandatarios eran de la misma línea política.

Lo otro es que la figura académica e intelectual de los codirectores ha perdido valor, o por lo menos cotiza a la baja, no en todos los casos actuales, léase Junta Directiva de hoy, pero sí en algunos concretos, lo que le ha restado protagonismo en términos de aportes concretos a la macroeconomía y a la modernización del sistema financiero.

El Emisor está en deuda con quitar los tres ceros al peso para modernizar la moneda colombiana y facilitar la vida a los turistas y al tipo de cambio ordinario, callejero, pues simplemente esos tres ceros envían un mensaje imaginario inflacionario de que un peso no vale nada.

Los otros dos pendientes, o lunares a la vista, tienen que ver con la falta de estudios macroeconómicos ambiciosos disruptivos para la economía; temas como las economías regionales, el peso del narcotráfico, el juego de las pensiones, el desempleo generacional, la informalidad, el lavado de activos, las minorías en la economía y el enfoque de género o la sostenibilidad, brillan por su ausencia, en un momento en que el país necesita entenderse más y es necesario que las investigaciones del Banco tengan más impacto en la academia, en los gremios económicos y sean data para nuevos estudios.

Pero en donde más en deuda está el Emisor es en entregar cuanto antes el sistema de pagos público colombiano que le permita a la banca ser más eficiente y se convierta en nuevo negocio para el mismo banco central. Es decir, el Emisor debe ser una suerte de autopista muy sofisticada por donde viaje todo el dinero que circula en Colombia; que permita a todos los bancos transitar por ella con sus productos digitales, virtuales y reales.

Una de las mayores quejas contra el sistema financiero colombiano tiene que ver indirectamente con el Emisor, que se ha quedado dormido en el ascensor de subir y bajar las tasas o imprimiendo billetes, más que en su modernización de cara a los consumidores. Todos los economistas monetaristas se romperán las vestiduras ante algunas tímidas críticas contra el Emisor, de quien destacan su manejo de la inflación e independencia constitucional, pero son miopes al ver cómo marchan los sistemas de pagos y modernización de bancas similares en la región.

Bien por los 100 años del Emisor, bien por el trabajo en verse independientes, bien por la influencia en la economía académica, bien por el intento de controlar la inflación subiendo las tasas, pero está en deuda su modernización tecnológica y sus investigaciones estructurales.