La tarea de comunicar sobre impuestos

La reforma tributaria de 87 artículos radicada por el Ministerio de Hacienda en la Comisión Cuarta -la económica- de la Cámara de Representantes, está bien construida desde la ciencia de la tributación y de los supuestos económicos; la justificación de motivos es incluyente y contiene una fundamentación lógica que soporta cualquiera embate o choque teórico contrario; además, quienes han elaborado el articulado parte se su experiencia y son conscientes de las necesidades de recursos que adolece el Estado; sin duda alguna, tiene muchas fortalezas sobre las cuales se puede dar una discusión muy enriquecedora para el país económico cuando se elaboren la ponencia en las comisiones conjuntas del Congreso. Pero así como las virtudes subyacen en el proyecto de ley, también se cocina un manto de debilidades que amenazan la nueva reforma tributaria y la acosan seriamente hasta mirar en el horizonte posibilidades que naufrague durante las discusiones políticas.

No sería la primera vez que un Gobierno Nacional retire una reforma tributaria de la mesa de discusión parlamentaria. Ya le pasó a la administración anterior cuando el exministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry vio naufragar su iniciativa, que meses más tarde tuvo que recoger en pedazos el exministro, Mauricio Cárdenas, quien a la postre sería quien rediseñaría el proyecto y lo llevaría a buen puerto en 2016. No en vano a él se le debe que 53% de los bienes y servicios de la canasta familiar tenga que pagar IVA, e incluso algunos bienes 19%. El lío ahora no es de fundamentación del proyecto porque tiene los pilares que se necesitan fortalecer. El gran problema por el que atraviesa la mal llamada ley de financiamiento es de comunicación, de socialización y de coyuntura.

Primero que todo, este proyecto, crucial para las finanzas públicas, debería haberse radicado el mismo 7 de agosto cuando el Presidente tenía los niveles de aceptación muy altos. Segundo, a las autoridades económicas les faltó hacer más énfasis en el estado en que se encontraban las arcas nacionales; es decir, hubo carencia de corte de cuentas con el gobierno anterior, por lo tanto, en la opinión pública no había conciencia general de que era imperativa la nueva reforma tributaria. Y el tercer punto es que el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, ha sido duramente tratado por el Senado y la Cámara, muy a pesar de que las dos mociones de censura no pelecharan, pero quedó en el ambiente político que era una presa fácil de atacar. La consecuencia es que esta reforma tributaria, más que necesaria, no tiene un líder natural para ser comunicada, sensibilizada y explicada, como se merece. Es un hecho indebatible que cuando de poner impuestos se trata, el bajo perfil no funciona y que se necesitan voceros idóneos para que le expliquen a todos los contribuyentes y consumidores las razones de por qué se baja de un IVA de 19% a uno de 17% en dos años, pero que la base de bienes y servicios será más amplia.

El Gobierno Nacional no ha sido consciente de todo lo anterior, radicó una iniciativa para ponerle más impuestos al consumo y no señaló a un buen vocero para que sacara en la opinión pública las ventajas de la iniciativa. Es una necesidad empezar a formalizar la economía y una manera de hacerlo es universalizar el IVA con una sola tarifa para todo, pero aún no se ve en el panorama un doliente idóneo en el Gobierno.