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Colombia lidera los listados de la Ocde como uno de los países que más horas trabaja a la semana, que más madruga, pero como paradoja es de los menos productivos y rentables
No es un mito, ni mucho menos chauvinismo, decir que los colombianos son los que más trabajan horas al día, a la semana e incluso al mes, además son quienes más madrugan, todas esas afirmaciones sacadas de cruzar cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos que compara los números de las 40 economías con libre mercado más importantes del mundo; pueden ser falaces sino se concluye que también es un país mal remunerado si se analizan las ganancias anuales estimadas, versus las horas anuales trabajadas para obtener el cálculo semanal, lo que arroja que, pese a que Colombia es el país más trabajador, no es el que más gana por empleado.
Para un estudio hay otro estudio y para los resultados de una hipótesis también se aceptan distintas conclusiones, lo cierto es que en Colombia se dedica mucho tiempo a estar ocupado, pese a que los resultados de esa preciosa inversión, no sea la mejor: bajos salarios si se comparan con los de países similares.
Los colombianos trabajan en promedio 46 horas semanales, muchas más de las 34 horas que dedican los países desarrollados e incluso los similares de la región; la distancia está en que el salario mínimo en Colombia no llega a US$350, pese a las largas jornadas; claro está que pueden haber sectores, regiones y profesiones altamente competitivas en tiempos y remuneraciones con otros países, pero la media dicta que al no haber reglamentación del trabajo por horas, el país se raja en poder adquisitivo.
La fallida reforma laboral propuesta por el Gobierno Nacional pecó en la manera de abordar los caminos sugeridos y en el aire de pliego de peticiones en que se convirtió el articulado radicado en el Congreso; el verdadero camino para dar un salto laboral y social es el poder adquisitivo, íntimamente ligado a la productividad personal y empresarial; que a la postre se vería reflejado en la competitividad global de las empresas. De nada vale mejorar los tiempos y la productividad, a modo personal, si la competitividad de los productos y servicios locales siguen sin ninguna simetría global.
Hay que trabajar pocas horas, pero bien productivas y mejor remuneradas, de tal manera que ganen las empresas, aumente la producción y en el sector público se avance en eficiencia que a todos beneficie. El país de la Ocde que menos trabaja es Alemania con 26 horas semanales, pero una hora promedio cuesta US$44; estamos muy lejos de esos niveles del primer mundo por la misma especialización de la mano de obra y los costos de su producción al mundo, dicho de otra manera produce calidad y vende caro. Es la cuarta economía más grande basada en su sector tecnológico y el desarrollo de energías renovables, solo superada por Estados Unidos, China y Japón, países que dedican más horas a la semana a trabajar por individuo y venden algo más barato.
No se trata solo de resaltar el número de horas laborado cada semana, ni mucho menos los montos pagados por hora, el verdadero secreto está en la productividad, la investigación, las patentes, la calidad en todos y cada uno de los sectores de una economía. Todos los trabajos son indispensables y bien se remuneran dependiendo de la calidad y prontitud con se hagan; ese debe ser el objeto de la nueva reforma laboral, un articulado en donde se privilegie la calidad laboral, la productividad y lo que no es menor: la educación.
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