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EDITORIAL

La revolución de las pequeñas cosas

viernes, 26 de julio de 2013
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La verdadera revolución estatal tiene que llegar con demostrar que las cosas sencillas fluyen sin impedimentos

La verdadera revolución estatal tiene que llegar con demostrar que las cosas sencillas fluyen sin impedimentos
 
Un reporte noticioso señala que el segundo tramo de la línea del metro de Lima va en un 80%, y que el plazo máximo para la entrega es septiembre de 2014. Sin embargo, todo indica que se podrá poner en funcionamiento seis meses antes. El contratista no va a recibir bonificación alguna por hacer las cosas bien. Y en México, el gobierno invertirá en solo este año US$23.000 millones en carreteras, caminos rurales, trenes y puertos. De esa inversión, ya se ejecutó en el primer semestre US$9.172 millones, y los restantes US$13.944 millones se gastarán durante los siguientes meses del año.
 
Dos ejemplos en países socios en la llamada Alianza del Pacífico, que demuestran no solo la dinámica que llevan, sino también la calidad de la gestión pública que desafortunadamente se está convirtiendo en uno de nuestros mayores problemas, puesto que impide adelantar las obras que el país necesita. Santos completa tres años y el plan de infraestructura, una de las llamadas locomotoras del desarrollo, sigue en el proceso de estudio y estructuración. No hay un solo proyecto en ejecución que haya sido concebido en esta administración. Por el contrario, hay deficiencias en el seguimiento de los que vienen de atrás, como la vía Bogotá-Girardot, el túnel de la Línea y la carretera que une a Bogotá con Tunja y Sogamoso. Casi que con seguridad, la primera vía no se entregará en este año, luego de más de ocho años de trabajo, y la última tiene un recorrido penoso de más de diez años y no se termina.
 
En aras de la discusión, hay que aceptar que estas son obras grandes que tienen un cronograma sujeto a dificultades, así las demoras pierdan cualquier sentido de proporcionalidad. Sin embargo, en el país está pasando que ni siquiera las cosas más simples fluyen. Sin necesidad alguna, el cambio en las licencias de conducción se ha convertido en un dolor de cabeza para los ciudadanos, y hoy todavía nadie entiende por qué se tomó la decisión.
 
Y hay muchos otros ejemplos. No tomar acciones concretas con los ciudadanos que conducen embriagados, no saber cómo atajar la mafia del robo de celulares, ni actuar para que los huecos en las calles dejen de ser parte de la vida diaria, son asuntos simples que en otros países no requieren que el gobierno gaste el tiempo que aquí les gasta. En esos términos, dejamos de lado la atención de los verdaderos asuntos de Estado para “entretenernos” en las pequeñas soluciones que paradójicamente tampoco se dan. 
 
Por estar discutiendo que hacer con unos sombreros chinos, feos y malos, que para nada se parecen a los típicos costeños, dejamos de enfrentar el verdadero impacto de precios de los productos orientales e incluso se puso en peligro las negociaciones de un acuerdo comercial que se está planeando.
 

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