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Ni la tercera ola de la pandemia, ni los bloqueos y el vandalismo, detuvieron el despegue de la economía, que entre abril y junio creció 17,6% y 8,8% en el primer semestre
Tiene razón el presidente Duque cuando celebra a cuatro vientos el crecimiento de la economía en el consolidado del primer semestre del año de 8,8%, pero debe generar mayor satisfacción y alborozo ver que en el fatídico segundo trimestre, de abril a junio, la sumatoria de todo lo que el país produjo repuntó 17,6%, la más alta de la historia reciente y que no deja dudas sobre la resiliencia de un país como Colombia.
Los apocalípticos argumentarán que tal crecimiento se debe a que el año pasado por la misma fecha se cayó en terreno negativo de 15,17%, una argumento válido de comparación técnica usual en estas discusiones, que se zanja diciendo que lo importante es la tendencia de crecimiento y que peor hubiese sido quedarse varados en terreno negativo -como muchos esperaban- por el impacto de los bloqueos y el vandalismo que sumió al país en la desesperanza de la que se recupera tras los largos periodos de cuarentena.
Ha dicho el Presidente que “estas cifras no son vacías, que demuestran la tenacidad resiliente de Colombia y que los colombianos ante la adversidad sacamos lo mejor de nosotros. Que este crecimiento nos motive para que lo que nos queda del año, tercero y cuarto trimestre, logremos que nuestra economía crezca por encima de 7%, recuperando empleo, cerrando brechas y abriendo oportunidades basados en las instituciones y en una nación que cree en el espíritu emprendedor”.
Y es válido “lanzar las campanas al vuelo”, pues si se instala en el país la percepción generalizada de que todo va mal, las cosas no serán distintas a esa actitud derrotista, tal como lo quieren los opositores, no solo al Gobierno Nacional, sino a la economía de mercado, la seguridad pública y la propiedad privada. El mantra de que “el caos nunca muera”, solo beneficiará a quienes le apuestan a que nada funcione para instalar sus ideas que tienen sumida en la pobreza a Cuba, Nicaragua o Venezuela.
Junio fue un mes excelente con un crecimiento de 14,5%, cifra que ayudó a recuperar los bajos números de mayo, cuando el vandalismo y los bloqueos golpearon a la economía resucitando los malos presagios. No obstante, las afectaciones del violento paro determinaron el crecimiento intertrimestral, si se compara el segundo trimestre con el primero hubo una contracción de 2,4%. Lo más importante es que todos los sectores de la economía estuvieron en terreno positivo, liderados en su orden por comercio, manufacturas, entretenimiento, turismo y recreación.
La gente está que sale a rehacer sus actividades normales y eso quedó plasmado en las cifras publicadas por el Dane. Los datos del comercio, el transporte, los alojamientos y los servicios de comida, así lo demuestran con 40,3% de repunte. Es de esperar que, entre julio y septiembre, la antesala del remate festivo del año, las cosas sigan la misma tendencia y la economía en todo su agregado esté por encima de 7%, cifra promedio de expectativas de repunte del PIB de este año.
Ahora bien, el PIB como termómetro de la economía es criticado y dirán que eso no lo siente el ciudadano del común, es más, los mismos dirán que crecimiento sin empleo no es bueno. Ambas posiciones pueden ser válidas, el punto es que no es sino salir a la calle para mirar de nuevo la actividad que tardará en consolidarse y en alcanzar los niveles de prepandemia.
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