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Hasta hace unos años los libros más vendidos en la Feria del Libro trataban de temas de secuestrados y de la guerra, ahora son textos de youtubers.
La Feria Internacional del Libro de Bogotá no debe caer en una inminente crisis de éxito, producto de no entender lo que está pasando, y anticiparse para dónde van las tendencias modernas del consumo de libros. Contrario a lo que muchos piensan, esta versión número 29 ha sido una de las más exitosas en términos de ventas y en convocatoria de asistentes que superan con creces el medio millón, una cifra que bien envidiarían ferias similares en cualquier lugar del mundo. La Cámara Colombiana del Libro y Corferias están obligados a reinventar su exitoso evento antes de que sea capturado por los nostálgicos y tradicionales libreros, quienes se niegan a aceptar que el consumo de libros está cambiando, mejorando ineludiblemente el presente para conquistar nuevos públicos, audiencias y lectores.
Esta versión de la feria dejó varias enseñanzas. Empecemos por mencionar la importante visita de la premio Nobel 2015, Svetlana Aleksiévich, la escritora reportera que atrajo a miles de lectores interesados en su discurso pos soviético y en su producción periodística. El habitual, Fernando Vallejo, quien con su acostumbrada diatriba contra la iglesia y los gobiernos, sigue llenando el auditorio. El espacio también se ha posicionado como el evento clave en el que los escritores nacionales se dan a conocer en con nuevos lanzamientos y en conversatorios o charlas literarias. Pero este año llamó la atención la noticia que hicieron las polémicas en redes sociales en torno al feminismo o el colapso generado en la logística ferial por los youtubers.
Por fortuna y a nuestro juicio, de eso se trata la Feria Internacional del Libro, un evento que convoca y le da espacio a las más diversas producciones intelectuales, no solo literarias, periodísticas o poéticas, sino que alberga las nuevas tendencias como son los videos, los blogs o los tuiteros. Se caería en un error estratégico histórico satanizar géneros y formatos por considerarlos más o menos intelectuales. El sector económico representado por los impresores de libros, revistas y periódicos, necesita de estas ferias multitudinarias para entender qué está sucediendo en el mercado. No pueden abstraerse del rumbo del consumo y pretender seguir pegados al texto literario tradicional.
Hay voces que critican la organización de la feria y no aceptan que se mezclen tantos géneros y formatos, una postura respetable, pero aislacionista. Insistimos en que el evento debe albergar todas las expresiones y producciones intelectuales que vinculen a los libros. La diversidad en los temas y en los formatos debe ser plural, tal como es el camino que ha escogido la sociedad moderna; en la feria debe haber respeto por las temáticas y las tendencias sociales; debe haber espacio para los viejos, los jóvenes, las feministas y los humoristas. No podemos sacrificar este espacio que se ha construido por tres décadas.
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