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EDITORIAL

La millennial elección popular de alcaldes

jueves, 15 de septiembre de 2016
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A la generación de los populares millennials de moda por estos días-nacidos desde el 1 de agosto de 1981 (fecha de inicio de transmisiones de MTV) y hasta el año 2000

A la generación de los populares millennials de moda por estos días-nacidos desde el 1 de agosto de 1981 (fecha de inicio de transmisiones de MTV) y hasta el año 2000- pertenece también la elección popular de alcaldes en Colombia, que fue reglamentada el 15 de septiembre de 1986. En pocas palabras, es una asunto político todavía muy joven que ha tenido sus aciertos y desaciertos. Los padres de la Constitución de 1991 se la jugaron toda por la descentralización del país y edificaron en las elecciones populares regionales su caballo de batalla para hacer del mapa nacional una convergencia cada vez menos dependiente de Bogotá. Pero al igual que con los millennials, las elecciones populares de alcaldes y gobernadores son cada vez más centralistas y dependientes de sus padres, pero usan el discurso contrario de la libertad e independencia absoluta.

Los millennials tienen rasgos sociológicos muy distintos a los de sus antecesores, los de la Generación X y a los de sus abuelos, Baby Boomers, tales como la globalidad de sus ideas y acciones; ser multitareas; el excelente manejo de nuevas tecnologías, y sobre todo, la supuesta independencia económica, pues dicen los especialistas en esta generación treintañera, que son capaces de darle la vuelta al mundo con US$100 e incluso traer dinero de vuelta. Lo triste del paralelo es que los gobernantes locales y regionales -de la también treintañera elección popular- dependen cada vez más del Gobierno Nacional, de las decisiones de los ministros y de cada dependencia de control y vigilancia. Al igual que los jóvenes millennials, los municipios y departamentos dependen de la chequera de sus padres, el Estado, no generan mayores recursos o si lo planean a largo plazo, es un dinero temporal que se evapora en pocos años. Y el mal mayor es que nunca piensan en la jubilación, en la salud o en la educación más allá de un posgrado; tampoco en acumular bienes materiales que a la postre les sirvan para generar los ingresos cuando hagan falta.

La elección popular de alcaldes y gobernadores es un gran logro para la democracia, para generar nuevos liderazgos, pero no le ha servido a los departamentos y municipios para ser más rigurosos con el manejo de los recursos regionales. Son muy pocos los municipios que se destacan por el buen desempeño fiscal, del predial, en el cruce adecuado de información del comercio y en los impuestos locales como las sobretasas. Otro de los males de esta necesaria elección popular de mandatarios locales y regionales es que han sido coptados por contratistas inescrupulosos que les financian las campañas con el objetivo de manejar toda la contratación. Es un deber del Estado central mantener una capacitación permanente de los alcaldes de cada municipio y así hacer que todos lleguen a una esquiva mayoría de edad en la que no dependan como buen millennials del dinero central.

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