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EDITORIAL

La Junta del Emisor vive días bien complejos

jueves, 6 de octubre de 2022

El presidente salió a criticar la subida de las tasas por parte del Banco de la República en su desesperado intento por atajar la inflación, que no parece ceder ni con intereses elevados

Editorial

Desde su nacimiento en 1991, la Junta Directiva del Banco de la República no había vivido tiempos tan difíciles como los actuales. El Banco de la República cumplirá el próximo año su primer siglo de vida, fue fundado en 1923, pero ha sido regido por dos gobiernos distintos “casi” dependientes de los gobiernos de turno: la Junta Monetaria conformada por una suerte de funcionarios políticos de la época, le dio paso al actual esquema de codirectores mediante el artículo 372 de la Constitución que le concedió independencia y autonomía presupuestal, pero siguió coja 30 años después de ese modelo original, porque sus cinco miembros son puestos por el Presidente. Por ejemplo, Iván Duque, tuvo la suerte política de nombrar a cinco de los cinco codirectores actuales, y si se suma el ministro de Hacienda, que la preside, alcanza seis fichas.

El único verdaderamente independiente en este caso es el gerente general que sale de un complejo mecanismo de elección entre los mismos codirectores. Las reelecciones de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos ahondaron el problema de la independencia verdadera, pues los ocho años de cada uno también rompieron el mecanismo de contrapesos políticos; en este caso de visiones o concepciones sobre la economía, la intervención monetaria, la devaluación, pero sobre todo, sobre el mandato constitucional de mantener el poder adquisitivo de las personas.

El mismo perfil académico de los codirectores y su experiencia macroeconómica se ha relajado en un momento en que la lucha contra la inflación, que es su mandato constitucional, la están perdiendo haciendo uso automático de la única herramienta en sus manos que es bajar o subir las tasas de interés. La foto de este momento es dramática: tasas en 10% e inflación en 11,5%, una tenaza que no es una situación distinta a ahogar al consumidor y a los proyectos de expansión de las empresas.

Nadie racional hace nada en medio de una variación de precios sin control y una escalada del costo del dinero reflejo de lo que está pasado en el mundo. Y como si la situación fuera fácil, el presidente, Gustavo Petro, ha arremetido en contra de la persistente subida de tasas por considerarla inoportuna y facilista, calificativos en los que coinciden gremios, empresarios y consumidores; los únicos que cierran filas en torno al dinero más caro son los exfuncionarios clásicos que no ven herramientas de intervención más allá de subir las tasas altas para bajar la inflación; curiosamente en un país marcado por la informalidad, el alto consumo, el bajo acceso al crédito y el miedo a usar las tarjetas de crédito, lo único a la mano es poner más caro el dinero sin medir (léase Emisor) si ese placebo está solucionando el problema en el mercado local.

Los codirectores están subiendo las tasas de manera mecánica desde hace casi un año y la inflación no cede, ya subió a dos dígitos y puede llegar a 15% en diciembre, sin que nadie al interior del Emisor se preocupe por morigerar la persistente alza del dinero o por lo menos mirar su impacto a las puertas de una recesión para el año que viene. Los 30 años de la Junta y los 100 del Banco no están siendo un buen escenario para mostrar probidad en el actuar en función del real estado de la economía. Una puntilla final: la velocidad de la devaluación del peso también debería preocupar a los codirectores.

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