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EDITORIAL

La importancia de entregar las cifras

jueves, 15 de junio de 2017
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Es un problema que muchas empresas prefieran ser sancionadas que dar sus cifras, pero más lío es que las “super” no las exijan

 

Todo lo que no se mide no progresa. Ese es el mantra de quienes llevan indicadores, hacen ranking y comparaciones para poder medir, poner metas y observar los progresos en el tiempo. Por fin, sociedades anónimas, simplificadas, limitadas, comanditas y toda suerte organizaciones empresariales, le pasaron sus reportes anuales a la Superintendencia de Sociedades para que esta autoridad de control y vigilancia compile y publique las cifras de las compañías, obtenidas durante la pasada vigencia de 2016. Ha sido el año en el que más tarde se han entregado estos reportes, por aquello de la homologación de las Normas Internacionales de Información Financiera, Niif, situación entendible desde lo contable, pero muy tarde para conocer oficialmente cómo les fue a las empresas el año pasado, un tiempo marcado por la incertidumbre política local, el acuerdo de paz, el impacto de una nueva reforma tributaria, además de los vaivenes de dólar, la llegada de Trump a la Casa Blanca, el Brexit, el caso en Brasil y demás situaciones internas y externas que tanto afectaron los negocios.

Los actores empresariales deben asumir como cultura corporativa que es muy importante reportarle a las superintendencias que las vigilan, cualquiera sea el tamaño y el sector económico en donde se desenvuelvan, para poder tener claridad ante sus socios y accionistas, al tiempo que faciliten con veracidad sus movimientos. Colombia es un país que va evolucionando bien en términos de institucionalidad y cada vez es más fuerte el cumplimiento de las normas y la transparencia de las decisiones corporativas, pero aún hay serios lunares que se deben corregir; insistimos: por parte de las empresas y por las mismas autoridades de control, pues aún hay mucho folclor en algunas superintendencias. Por ejemplo, hace parte de la cultura de la Superintendencia de Servicios Públicos, no pasar a su homóloga de Sociedades la consolidación de las cifras de las empresas públicas y privadas que vigila; así las cosas, es toda una misión titánica saber cómo les va a las empresas de ese sector. Lo mismo sucede con la Superintendencia de Salud que solo entrega cifras con un derecho de petición de por medio; así los usuarios de las EPS y de las empresas de medicina prepagada no saben cómo van las compañías que reciben sus aportes mensuales. Y no se pueden quedar por fuera de las “súper laxas” en sus funciones constitucionales, la del régimen solidario (Superintendencia de Economía Solidaria) y la que mira las cajas de compensación (Superintendencia de Subsidio Familiar), sectores complejos en donde hay docenas de grandes empresas de las que nadie sabe cómo van y qué hacen con el dinero de los usuarios o clientes. Pero hay un defecto mayor y es el que tiene que ver con la cultura de ciertas grandes empresas que prefieren ser sancionadas que reportar sus datos en los periodos exigidos. Claramente, hay empresas que no reportan y saben que están sujetas a pagar multas, pero prefieren pagar que mostrar sus cifras.

Un tercer lunar se refiere a la transparencia de grupos y holdings. Muchas empresas entregan sus reportes de manera independiente, no consolidada en términos de grupo empresarial, una tarea que desdice mucho de sus socios y accionistas y habla mal del gobierno corporativo que debe dar claridad al mercado. El país ha evolucionado y cada vez se mejora más la transparencia empresarial, pero hay tareas de parte y parte que se deben ir ejecutando. La conciencia de medir y comparar para mejorar es uno de los rasgos de cultura empresarial presente en los países de buenas prácticas económicas.

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