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EDITORIAL

El limbo que marca el rumbo de la Fiscalía

jueves, 16 de mayo de 2019

En un coherente acto jurídico el Fiscal, Néstor Humberto Martínez, dejó su cargo, y una vez más, la principal institución del sistema penal acusatorio queda en un peligroso limbo

Editorial


El hecho que desencadenó la frenética jornada noticiosa del pasado miércoles 15 de mayo fue que los magistrados de la Jurisdicción Especial para la Paz decidieran que uno de los más polémicos líderes guerrilleros no fuera extraditado ( después de estar preso e investigado por traficar con cocaína, de haberse firmado el tratado de paz y ser pedido por la justicia de Estados Unidos). Una decisión en aparente derecho muy en sintonía con la crispación generada en la Altas Cortes colombianas luego del retiro de la visa estadounidense a algunos magistrados. Situación muy espesa que había enrarecido el panorama desde la semana pasada y fracturado más, a un país que enfrenta una polarización crónica que flaco servicio le está prestando a la economía y a la hoja de ruta hacía el desarrollo.

El fiscal general, Néstor Humberto Martínez y su vicefiscal, María Paulina Riveros , decidieron retirarse de sus importantes cargos y dejar la institución en el mismo limbo que había experimentado años atrás. No hubo otra razón o justificación de motivos de su decisión que el rechazo total de la declaración de la JEP, organismo que desconoció de tajo las pruebas fehacientes aportadas por la entidad investigadora. Si bien es una decisión respetable y coherente desde lo jurídico, no deja de meter nuevamente al país político, judicial y económico en un túnel oscuro al cual no se le verá luz hasta que el Gobierno Nacional presente una terna de posibles sucesores para tan importante cargo. La noticia cae en un ambiente enrarecido en las Cortes, en medio de un Congreso negociador y confrontacional, todo en una época electoral que se avecina y que será crucial para el desarrollo de las regiones, y más aún, para las elecciones venideras que determinarán el rumbo del país en un continente convulsionado y un vecindario sacudido por la corrupción.

El problema es que la opinión pública está formada de vasos comunicantes, que a su vez contienen temas aislados, pero que se al final se revuelven. El dato de crecimiento económico que se esperaba para el primer trimestre del año era superior a 3%, casi un punto más que el año pasado cuando fue de 2,1%, pero el resultado final solo fue de 2,8% de crecimiento del PIB, cifra mediocre que obliga a redoblar esfuerzos para alcanzar ese 3,5% del que habla la banca multilateral para el año en curso. El PIB de enero a marzo fue muy malo y algo tendrá que hacer el Gobierno Nacional para recuperar la senda del crecimiento. A esta situación macroeconómica se suma la devaluación de la moneda local que experimenta un tipo de cambio muy cercano a los $3.300 y que la ubica entre las dos o tres monedas de mercados emergentes más volátiles del mundo. Puede afirmarse que hay coherencia entre el comportamiento del desempleo y el dato de crecimiento económico, pues vale la pena recordar que se completaron tres meses sumando desempleados que llegan acaso tres millones de colombianos y a un preocupante 12%. Es cierto que son situaciones político-económicas que no se pueden mezclar de forma directa, pero se debe tener en cuenta que el país es un todo que envía mensajes a las firmas calificadoras de riesgo como entidad única y que la renuncia del Fiscal, el bajo crecimiento y la disparada del desempleo, no son elementos sanos para la percepción externa del país. Es momento de redoblar esfuerzos y trabajar entre todos para pasar estas páginas.

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