El desarrollo del país pasa por Hidroituango

Vivimos bajo en imperio del “meme” en donde cualquier asunto de seguridad nacional u otros banales como la venta de una empanada por un vendedor que abusa del espacio público, sirven para convertir el Código de Policía en una caricatura donde irrespetan hasta a los mismos alcaldes en ejercicio y son hechos que deben preocupar en medio del creciente populismo que se agita en tiempos electorales. Ridiculizar, burlarse, celebrar chascarrillos se ha convertido en el deporte nacional, hobby que está desplazando el análisis y las reflexiones profundas de las causas y consecuencias de los hechos que marcan el acontecer nacional. No se ha librado de ese escenario humorístico el caso de Hidroituango que ha pasado de ser una amenaza de dimensiones bíblicas a una más de las disputas regionales sin sentido, muy frecuentes en el deporte y la política.

Nunca antes en la historia del país se había hecho una obra de tal magnitud que garantizará la generación de energía que se demandará en la próxima década. Tampoco es la primera vez que se represa un gran río en Colombia, pues ya ha sucedido dos veces con el Magdalena y gracias a esas obras, el país marcha bien en términos de suministro de energía. Colombia padeció hace menos de tres décadas un racionamiento que duró más de un año y que obligó a desarrollar un sistema eléctrico interconectado que les ha permitido a las empresas seguir produciendo, generando empleo y a las ciudades disfrutar de ese servicio eléctrico; se olvida con frecuencia que viene del represamiento de los ríos. Las emblemáticas y admiradas, Empresas Públicas de Medellín, EPM, han sido líderes y ejemplo de buen manejo de los bienes públicos y, dicho sea de paso, pagarán un precio muy alto por los daños ocasionados hasta la fecha en Hidroituango, pues no solo han tenido que desinvertir en otros países, sino que deberán enfrentar investigaciones de la Contraloría, Procuraduría y las superintendencias. No es un problema que ha pasado de agache y tendrá un costo para EPM como entidad constructora, pero nada de eso justifica el canibalismo reinante en contra del proyecto, al que piden a gritos, como en viejos tiempos de la Santa Inquisición, sea quemado en la hoguera quitándoles las licencias ambientales. El proyecto debe seguir su camino y todo está mejorando a pasos agigantados; de lo que verdaderamente tienen que preocuparse el silente Ministerio de Ambiente y la Agencia de Licencias Ambientales es en asegurar que la obra continúe su curso baja su tutela para que Colombia no se apague en pocos años. Hay que proteger el río Cauca aguas arriba y aguas abajo del lugar accidental en donde se construyó la gran represa; cuidar los páramos de nacimiento de todos los afluentes para que el caudal nunca caiga y que la represa sea un hito para toda Colombia. Es absurdo tratar de parar las obras que le garantizarán energía al país; no se puede dejar comprometido el sistema eléctrico nacional con decisiones populistas. La independencia y sabiduría de las entidades de control está sometida a gran presión por los medios de comunicación amigos de las quemas de funcionarios y de empresarios, pero es un deber histórico defender una gran obra que ha tenido tropiezos, pero que es fundamental para producir la energía eléctrica que necesita un país de 45,5 millones de personas.