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EDITORIAL

Del cuento de vivir sabroso al decrecimiento

sábado, 3 de septiembre de 2022

Aunque parezca pintoresco para la economía tradicional, hay un hilo conductor entre el vivir sabroso de la vicepresidenta, al impulsar el decrecimiento de la ministra de Minas

Editorial

Rafael Correa cuando cambió la constitución ecuatoriana basó su espíritu en “suma qamaña”, un concepto indígena andino que se refiere al buen vivir o convivir bien, quería hacer de Ecuador un país que constitucionalmente entendiera la vida y se preocupara por la salud. Hace un par de meses, al final de la pasada campaña presidencial en Colombia, la hoy vicepresidenta de la República, Francia Márquez, adoptó el eslogan “vivir sabroso”, para explicar el cambio que necesitaba el país.

Vivir sabroso son un par de palabras presentes en la cultura de la región del Pacífico y que es una filosofía cotidiana con la que la administración de Gustavo Petro quiere envolver todas sus políticas públicas. Por eso no sorprende que la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, acudiera que “necesitamos exigirles a otros países que comiencen a decrecer en sus modelos económicos. De esto también depende que logremos un equilibrio y que los impactos del cambio climático nos afecten menos”.

Sus palabras se convirtieron en hazmerreír hasta que el Presidente salió a profundizar en el tema con un comentario en las redes sociales que destapa toda una elaborada hoja de ruta económica: “cuando entré a estudiar mi especialización de desarrollo y medio ambiente, en la Universidad de Lovaina, lo primero que me enseñaron fue la Teoría del Decrecimiento de Serge Latouche”. El economista y filósofo francés plantea al comienzo de su postulado que el decrecimiento es “un eslogan que ha tenido una función mediática de contradecir otro eslogan.

Es realmente una operación simbólica imaginaria para cuestionar el concepto mistificador del desarrollo sostenible. El concepto de decrecimiento llegó por azar y por necesidad”. Con el paso de los años, se ha convertido en una teoría a la que le han construido pilares más afines a las discusiones económicas postpandémicas, tales como la sustitución de los valores globales, individualistas y consumistas por otros locales, de cooperación y humanistas. Busca que decreciendo se logre una nueva visión de calidad de vida, a través de conceptos como suficiencia y simplicidad voluntaria; también porta la autosuficiencia local para satisfacer las necesidades prioritarias disminuyendo el consumo en transporte. Pero detrás de esos postulados de “vivir sabroso con poco”, también están puntos más complejos como redistribuir la riqueza y acabar con el consumismo.

Latouche escribe sobre “hacer crecer la felicidad, mejorar la calidad del aire, poder beber agua natural potable, comer carne sana, que la gente pueda alojarse en condiciones aceptables (...) Salir de la ideología del crecimiento supone una reducción del consumo hasta alcanzar una huella ecológica sostenible”. Hay una hilo conductor en el discurso del nuevo gobierno que no se aparta de un mismo libreto. El grueso de los ministros y funcionarios de segunda línea hablan de las mismas cosas, referencian a los mismos economistas (Walraz, Mazzucato, Latouche) para explicar sus acciones. Claramente hay un libreto, un poco desordenado en el que todos hablan de todos los temas, pero hay una línea discursiva e ideológica seductora, pero con el grave problema que una cosa es teorizar y hacer discursos como si fueran artículos para revistas académicas y otras muy distinta gobernar, reducir las precariedad y satisfacer necesidades.

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