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Si el Gobierno estudiara mejor el salto que quiere darle al régimen laboral vigente no se apresuraría y recibiría ideas novedosas que integren más cajas, cesantías y desempleo
A los empresarios poco se les reconoce que vienen construyendo responsabilidad social desde hace 70 años cuando pusieron a andar las novedosas cajas de compensación, todo en el seno de la vieja Asociación Nacional de Industriales; corría 1954 cuando a un puñado de empresarios paisas se les ocurrió, en medio de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, que ante la alta inflación y los bajos salarios que golpeaba a sus empleados les entregarían un subsidio a cada trabajador por cada hijo que tuvieran; obviamente era una idea novedosa copiada de otros países que no había ejecutado el Instituto de Seguros Sociales de la época, que se había quedado corto en poner en marcha un sistema público-privado de subsidios.
La primera entidad que nació fue la Caja de Compensación Familiar de Antioquia, Comfama, pionera de uno de los pilares más exitosos del sistema laboral colombiano. De esa manera se estrenó en el país la política de bienestar social que recaía en el gobierno y los empresarios.
Desde allí para acá, la historia de éxito de las cajas de compensación es digna de un caso empresarial, su crecimiento como grupos económicos es indiscutible, no solo en la salud, educación, entretenimiento y comercio, sino como cordón umbilical del sistema laboral colombiano.
El problema ahora es que nadie habla de las cajas de compensación 5.0, una actualización de sus gobiernos corporativos, sus inversiones, pero sobre todo del parafiscal que disfrutan por cada empleado formal, pero esa es otra historial. Otra de las caras de ese sistema que está buscando actualizar el Gobierno Nacional son las pensiones y de paso las cesantías.
El presidente, Carlos Lleras Restrepo, creó el Fondo Nacional del Ahorro para administrar las cesantías de los trabajadores públicos, más adelante en 1990, nacieron los fondos de cesantías privados al abrigo de la Ley 50 para quitarles carga prestacional a las empresas; desde entonces las entidades privadas de cesantías manejan también las pensiones, pero es ese dinero ahorrado por los trabajadores y subsidiado por las empresa lo que viene a colación ahora que el tema vuelve a estar de moda y hay ideas rondando de reformas.
Las cesantías son un ahorro para que el trabajador lo use cuando esté cesante, una suerte de subsidio al desempleo, pero de una época para acá puede usarse para otras necesidades justificadas. Y si al eficiente sistema de compensación se le suma la cultura financiera del ahorro para las cesantías, bien podemos construir sobre algo que funciona un ambicioso plan de subsidio al desempleo, tal como opera en otro países.
El problema es que solo mencionarlo dispara alertas en dos sectores muy fuertes de la economía que argumentan “no arreglar lo que no se ha dañado”. Pero las fichas están allí y operando bien, solo que deben interpretar los aires que soplan en el siglo XXI y las necesidades reales de los trabajadores colombianos. Los fondos de pensiones y cesantías, más las cajas de compensación, no deben ser unos convidados de piedra al debate de la reforma laboral que debe tener como objetivo modernizar el sistema, pero también potenciar lo que funciona. Solo gracias al empleo que generan los empresarios colombianos es que existen las cajas y los fondos de cesantías, pues sin empleo formal no existiría ni lo uno ni lo otro. Bienvenido el debate.
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