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ANALISTAS

Verdades del cambio de la moneda

martes, 4 de noviembre de 2014
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Los argumentos que esgrime de nuevo el Gobierno para motivar el proyecto de Ley encaminado a eliminar tres ceros a la moneda colombiana no pueden ser acogidos por la Junta Directiva del Banco de la República, ni por el Congreso, si se tienen en cuenta los siguientes aspectos:

Qué generaría beneficios al procesamiento contable y a las transacciones financieras. Esta justificación solo sería lejanamente válida si estuviéramos en aquellas épocas donde la imputación contable y la generación de informes eran tan engorrosas que hacían vivir extenuantes horas de trabajo a todo contador o financiero deseoso de conocer la realidad económica de su empresa o entidad. Hoy se cuenta con programas y aplicativos que han disminuido formidablemente el tiempo de procesamiento de la información, sin que la cantidad de cifras de una moneda afecte, en lo más mínimo, los tiempos de respuesta. Adicionalmente, la digitación contable y comercial viene decreciendo a medida que se siguen sistematizando más las actividades económicas y la interdependencia es más vinculante entre las bases de datos. 

El único estudio oficial de 2001 que pretendía justificar la eliminación de los tres ceros en una pasada legislatura no tiene en cuenta la oferta actual para el almacenamiento y procesamiento de datos financieros y matemáticos, la cual ha evolucionado notoriamente en la última década. Una publicación de la Unión Internacional de Telecomunicaciones de Naciones Unidas destaca que en solo países en desarrollo, entre 2005 y 2010, la amplitud de Internet pasó de 0,6 a 11,9 Terabytes por segundo, con una evolución, tan asombrosamente geométrica, que permitió multiplicar por veinte su eficiencia. Por tanto, la cantidad de dígitos de una moneda tampoco es un factor que afecte la dinámica de transmisión o procesamiento de información.

Qué facilitaría la comparación de precios internacionales y la lectura de las cifras. Las personas, y mucho más los profesionales, pueden relacionarse fácilmente con los tipos de cambio, apoyadas solo con el manejo de las cuatro operaciones aritméticas más simples que nuestro sistema educativo nos entrega desde la niñez. Acaso, desde que nuestro peso colombiano llegó por primera vez al millar de unidades en su tipo de cambio frente al dólar americano en noviembre de 1995, ¿se afectó la eficiencia matemática en convertibilidad? En cuanto a la lecturabilidad mundialmente las convenciones, abreviaciones y aproximaciones siempre han permitido reducir y traducir en forma práctica las grandes cifras.

Qué simplificaría las operaciones mercantiles. Eluden los promotores del proyecto que los nuevos pagos que haría todo ciudadano quedarían adicionados con los nuevos centavos ya que eliminar 1.000 unidades de pesos, aumenta simultáneamente 100 unidades más en centavos, por tanto, el efecto neto, relativo a la facilidad en la transacción mercantil, se reduce a solo un (1) dígito. 

En cuanto a la confianza. Actualmente no existe en el planeta estándar alguno que indique una cantidad óptima de dígitos para una moneda. En cambio, no modificar el peso colombiano, sí es un mensaje muy claro al mundo entero en cuanto a la confianza que nos representa nuestra propia moneda, la cual involucra, también, importantes valores de identidad como nación y que, en lo posible, deben permanecer en el tiempo.

Como el proyecto no se origina en argumentos macroeconómicos -como en el caso de economías con hiperinflaciones estructurales que se han visto obligadas a adoptar medidas de este tipo-, ni otros de carácter técnico, quedamos frente a una iniciativa motivada por lo estético, la cual le costaría al Estado mínimo $250.000 millones más un monto similar, que asumirían los particulares por las acciones que deben llevar a cabo para adecuarse al nuevo sistema monetario y a su lenta transición.

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