Tremendo banquete el que se ha dado la prensa escrita con el DNP en las últimas semanas. Son, en efecto, más de una decena los artículos que en los principales periódicos y revistas del país hablan de un fuerte desprestigio y de una crisis institucional de la entidad, aparentemente exacerbada por el reciente relevo en su dirección. Se respira una cierta nostalgia por lo que, según dicen, puede ser el fin de uno de los vértices del famoso triángulo técnico del manejo económico del país (Ministerio de Hacienda, Banco de la República y DNP), desdibujando un diseño institucional que ha permitido que Colombia no se “descarrile” en sus decisiones de política económica. Precisamente en ese propósito el DNP ha jugado un papel crucial, ya que tiene las no despreciables responsabilidades de elaborar el plan nacional de desarrollo, coordinar las políticas interministeriales (liderando el Conpes) y orientar y evaluar de la inversión pública en el país.
El retador y trascendental trabajo que se hace en DNP, así como la seriedad y prestigio académico y profesional de sus directores, han sido un efectivo gancho para que por décadas esta institución haya atraído a una envidiable élite técnica. Hoy, sin embargo, se habla de una inminente fuga de talento al interior de la entidad, dado el presunto panorama desesperanzador que enfrenta el otrora comando técnico del Gobierno. A la hora de analizar el porqué del tan nombrado deterioro, salen a la vista dos argumentos repetidos con frecuencia por los analistas. El primero de ellos es que la responsabilidad que se le endilgó al DNP en el sistema general de regalías ha desnaturalizado la entidad, haciéndola perder foco y consumiendo a sus técnicos en labores administrativas. La segunda, es que la ausencia de una cabeza técnica que lidere la entidad teje nubarrones sobre la capacidad de la misma para arbitrar entre los debates interministeriales.
Con el primer argumento estoy de acuerdo. El DNP no estaba preparado para recibir la responsabilidad de las regalías, por lo que ante tan inmenso reto administrativo ha tenido que recurrir al apoyo de la reserva técnica del país, de manera equivocada. Al respecto, en su columna del pasado domingo, el ex Director del DNP y columnista de El Espectador, Armando Montenegro, abraza la idea de crear una agencia de descentralización que purgue de las labores de regalías al DNP y que centralice otras labores de apoyo a las regiones como la realizada por la DAF en Hacienda. En mi concepto, lo que se debe hacer en el tema de regalías es reforzar la subdirección del DNP que se encarga de esta labor, de tal forma que se libere la presión sobre los técnicos y se puedan cumplir ambas funciones a la vez. La planeación y las regalías no son temas necesariamente excluyentes, ya que los grandes retos de descentralización que afronta Colombia requieren labores de formulación, estrategia y coordinación del más alto nivel, que es justo lo que provee una entidad del calibre del DNP.
Respecto al segundo punto, la nueva directora del DNP cuenta con una merecida fama de buena gerente, atributo profesional que es requerido para poner a andar, de una vez por todas, el sistema de regalías en Colombia. Su nombramiento no necesariamente es señal de desmantelamiento técnico de la entidad. Esto dependerá del empoderamiento y del mandato que le dé el Presidente de la República.
En mi opinión, los retos de la política pública son dinámicos, por lo que las instituciones que los afrontan también deben serlo. En ese sentido, las voces que hablan del fin del DNP son desmedidas. La entidad sigue estando compuesta por profesionales de primer nivel, llenos de mística y experiencia. Es cierto, sin embargo, que el DNP no se ha adaptado funcionalmente a sus nuevos retos, por lo que ahora más que nunca se requiere en su cabeza un buen gerente que permita solventar las nuevas responsabilidades sin perjuicio de las históricas. Debemos darle una oportunidad al DNP de reacomodarse, para volver a ser lo que era antes. Incluso más.