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ANALISTAS

Un silencio piadoso

jueves, 20 de febrero de 2014
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A diferencia de lo que sucedió recientemente en la campaña presidencial de Chile, donde la señora Bachelet (con gran honestidad intelectual) habló explícitamente sobre la necesidad de realizar una reforma tributaria, en Colombia guardamos silencio piadoso sobre este tema.

Pero las cosas, cuando se les mira con frialdad, muestran que casi inexorablemente para el 2015 tendremos necesidad de afrontar una nueva reforma tributaria. Así lo han reconocido el BID, Fedesarrollo y Anif. 

Muchas razones apuntan en esta dirección: 

Algunos partidos están proponiendo iniciativas que comportan gasto fiscal enorme en evento de que se les lleve a la práctica. Tal es el caso, por ejemplo, del partido liberal que está planteando una baja grande en el precio de los combustibles. Si esta iniciativa se concreta, inexorablemente habrá que compensarla con mayores ingresos. Compensación que solo podrán venir de nuevos impuestos. 

El año entrante expira el impuesto a las transacciones financieras (que fue prorrogado por un año ), lo mismo que el impuesto al patrimonio. A no ser que se prorroguen indefinidamente estos dos tributos, su expiración dejará un hueco no inferior a $6 billones a partir del 2015. Monto que habrá naturalmente que compensar si no queremos destrozar las cuentas fiscales del país. 

Los resultados de la última reforma tributaria dejan también mucho que desear en términos de recaudos. Hace poco el propio director de la Dian, doctor Ortega, manifestó por televisión que por solo concepto de evasión en el recaudo del Iman se iban a perder cerca de $700.000 millones este año. 

Además, es evidente, y ya está suficientemente documentado, que la última reforma tributaria les recargó la mano durísimamente a las personas naturales, al paso que mantuvo un sesgo supremamente benigno para con las rentas de capital. No hay que descartar que el nuevo Congreso, con una composición política diferente de la actual y con un mandato fresco, busque modificar este sesgo de la reforma tributaria del 2012. Y si lo hace, ello significará menos ingresos tributarios que habrá que compensar con nuevos impuestos. 

Otra razón por la cual hay que ir pensando que es inevitable una nueva reforma tributaria es que en la vigencia fiscal en curso, es decir, en 2014, entra a regir la camisa de fuerza de la “regla fiscal” que implica (artículo 5 de la ley 1473 de 2011) que el déficit no puede aumentar de un cierto nivel. 

O sea, dicho en buen romance: que si por cualquier motivo caen o se merman los ingresos fiscales de la Nación, inexorablemente hay que compensar dicha reducción con más impuestos, pues no se puede aumentar el déficit con mayor endeudamiento. 

Y por último, el año del 2014 debería ser el año de la paz. Hacia allá apuntan las conversaciones que se adelantan en la Habana. Y si la esquiva paz la alcanza Colombia ello no será gratis. A partir del momento en que se firmen los documentos de la paz, se entreguen las armas y se depongan los espíritus, las cosas, fiscalmente hablando, no terminan sino que comienzan. Habrá que financiar el posconflicto que tendrá un costo fiscal gigantesco. Pero para el cual no hay ninguna previsión presupuestal preparada. Es decir: si hay paz habrá inexorablemente una nueva reforma tributaria. 

Mejor entonces irnos preparando, así piadosamente no se hable del tema durante la campaña electoral en curso. 

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