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ANALISTAS

¿Qué quieren las Farc?

lunes, 4 de agosto de 2014
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Dados los numerosos actos terroristas perpetrados por las Farc y el ELN en distintos lugares del territorio nacional -una incomprensible escalada de violencia que ha causado muchas víctimas entre la población civil, niños incluidos, y daños graves a la infraestructura del país- y habida cuenta de las declaraciones públicas del presidente Juan Manuel Santos en torno al explicable agotamiento de la paciencia colectiva al respecto, no sabemos si cuando esta columna sea publicada todavía se mantenga la mesa de negociaciones instalada en La Habana en búsqueda de acuerdos para la terminación del conflicto armado. 

Sería lamentable que todos estos meses se hubieran perdido, cuando los avances informados por los voceros estatales y por el propio Jefe del Estado sobre la proximidad de la reconciliación habían generado fundadas esperanzas y nueva confianza en que se podría lograr finalmente la paz por la vía del diálogo tras medio siglo de violencia y violación de los derechos humanos. 

Quien esto escribe ha sido partidario del proceso, hasta el punto de haber apoyado la reelección del actual mandatario sin ser “santista” y siendo enemigo de la nefasta figura, en mal momento introducida en la Constitución hace seis años. Hemos sido muchos los ciudadanos que, no obstante los antecedentes negativos en este tipo de procesos, hemos venido renovando con sinceridad -y es posible que con ingenuidad- nuestros votos por la terminación pacífica del conflicto. 

Más aún, le seguimos apostando a esa vía pacífica, pues la guerra no ha hecho sino causar más muertos y más violencia. Pero es imperativo reconocer que la conducta de la guerrilla, no obstante la voluntad demostrada por el Gobierno y sus delegados en Cuba, corresponde a una actitud muy difícil de entender para mentalidades pacíficas. Es guerrerista y al mismo tiempo es desleal. Los atentados de los últimos días, como los que culminaron con el sacrificio de al menos dos niñas pequeñas que a nadie ofendían, laceran el corazón y siembran necesariamente la desconfianza, el temor y el pánico, de modo que el mismo proceso de paz queda contaminado. 

Ese comportamiento guerrillero no muestra voluntad alguna de reconciliación, ni propósito de paz o de cierre del sangriento conflicto con el que es injustamente castigada la sociedad colombiana. 

La paz-señores guerrilleros-, que no solamente nos interesa a los ciudadanos sino a ustedes mismos y que resulta indispensable para emprender el camino hacia soluciones de gravísimos problemas sociales -en materia de salud, educación, tierras, agua, vivienda, para mencionar apenas algunos- , no se logra mediante la violencia, ni involucrando a la población civil, ni vulnerando las reglas mínimas del Derecho Internacional Humanitario. 

¿Qué quieren las Farc? ¿Romper los diálogos? ¿Precipitar una guerra sin cuartel que incremente las víctimas hasta el infinito? ¿No tener que responder ante sus víctimas por los muchos crímenes cometidos? 

Entonces, ¿por qué engañaron al país, ilusionándolo una vez más con la vía negociada hacia la paz? ¿Solamente para pasar unas prolongadas vacaciones en La Habana y regresar a la actividad delictiva? 

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