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ANALISTAS

La plata de las Farc

miércoles, 16 de diciembre de 2015
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¿Cuánta plata tienen las Farc? Por supuesto que no lo sé. No lo deben saber ni siquiera las Farc, por lo menos no con exactitud. Pero deben tener mucha. Cincuenta años de crimen dan para acumular mucho dinero y muchos bienes.

Y que no se nos olvide. Las Farc han sido el cartel del narcotráfico más grande y poderoso de la historia. Secuestraron a miles de colombianos, entre ellos ancianos y niños sin consideración alguna, y son maestros de la extorsión, que la llevan ejerciendo durante décadas y no han parado. 

Desplazaron a decenas de miles de campesinos y se han apropiado de cientos de miles de hectáreas de tierras, hecho que los hace unos de los terratenientes más grandes del país, sino el más. Han deforestado la selva para sembrar coca y actualmente tienen verdaderas operaciones industriales para extraer oro y metales preciosos, contaminando fuentes de agua con mercurio y modificando los causes de los ríos.

De hecho, las Farc se han comportado durante las últimas décadas como el más brutal capitalista. Una especie de Casa Arana mutante. 

El acuerdo sobre víctimas recientemente anunciado, parte esencial de la agenda de negociaciones de La Habana, establece mecanismos de verdad, justicia y reparación. Para los opositores al proceso, el acuerdo es una patente de impunidad. Quisieran ver a Timochenko y compañía en piyama de rallas, en un calabozo subterráneo, pudriéndose por treinta años. Sin duda que se lo merecen. Pero esto es una negociación, no una rendición incondicional, y como lo han dicho muchas veces los expertos en este tipo de procesos, nadie se desmoviliza voluntariamente para acabar preso. 

Además hay que entender que justicia no significa necesariamente cárcel con barrotes. Tal vez más importante que los aspectos penales propiamente, las víctimas y la sociedad requieren de una verdad completa y sin anestesia sobre lo que transcurrió durante esta etapa de violencia.

¿Qué hubiera sido, por ejemplo, del futuro de político de los desmovilizados del M-19, ahora pro hombres de Estado, si en 1990 nos hubieran contado con pelos y señales sus grotescos crímenes? Nos quedamos sin saber quién ordenó el asesinato de José Raquel Mercado, de los pactos secretos con Pablo Escobar, de cómo fue el reclutamiento sistemático de menores indígenas y del papel que los comandantes del eme jugaron en la masacre de Tacueyó.

Por otra parte, la reparación económica está atada íntimamente a la verdad y también a la justicia transicional. Además de contar lo que hicieron, cuando se les exija verdad, se debe indagar a profundidad sobre todos los activos de la organización. Se les debe pedir a los comandantes que revelen cuentas, testaferros, propiedades, empresas y financiadores. Incluyendo a quienes los han patrocinado y protegido en el extranjero. 

Para poderse acoger a la justicia alternativa los desmovilizados deberán responder, de manera completa y veraz, todas las preguntas incómodas que hay que hacerles. Iván Márquez nos deberá contar de dónde se compró la moto Harley que manejaba en el Fuerte Tiuna y quién le daba permiso para parquearla allá. Timochenko nos deberá revelar el verdadero nombre de Teodora Bolívar, aunque ese ya lo sepamos, Joaquín Gómez nos deberá contar hasta donde llegan sus haciendas en el Caquetá, Rodrigo Granda nos deberá informar en detalle las cuentas en los bancos de Panamá y Pablo Catatumbo los contactos con el Chapo.

De lo contrario, con que digan tan solo una mentira al tribunal, no serán entre dos y ocho años de “reclusión especial” en granja agrícola, sino hasta veinte en Cómbita. 

Se deduce entonces que si el proceso de revelación de la verdad se realiza adecuadamente se podrá identificar la fortuna de las Farc. Y dado su origen ilícito operarían todos los mecanismos de extinción del dominio vigentes. Será de esta forma como se obtendrían los recursos para reparar a las víctimas, con la plata de los victimarios y no, como algunos pretenden, con la plata del Estado colombiano, que es en últimas la plata de todos nosotros.
 

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