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ANALISTAS

El Socialismo del Siglo XXI

viernes, 13 de junio de 2014
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Ninguna elección presidencial en la historia de Colombia fue tan trascendente como la de este domingo. No vamos a elegir el jefe del Estado para los próximos 4 años, sino el modelo de país que incidirá en el futuro de la patria por los próximos 50 años o por lo que resta de este siglo y quizás por eso, el país está polarizado, dividido frente a la manera de construir la paz tan anhelada, tan necesaria, tan esquiva. Los inamovibles del Presidente Santos, de no negociar en medio de la violencia, del fuego, del reclutamiento de menores, de la extorsión, del asesinato, de la destrucción de la riqueza nacional, de la siembra de minas, fueron desconocidos por su propio abanderado. Elevó la cúpula de los terroristas a actores políticos y con ellos acuerda el modelo agropecuario que regirá al campo, la participación política de los mismos, la estrategia frente al narcotráfico y la justicia que será aplicable a los propios interlocutores de su gobierno.

El Presidente ha sido claro en expresar que creará las circunscripciones especiales para la paz en los territorios de conflicto, es decir donde recluta, desplaza y domina la guerrilla. En estas ha dicho el jefe del Estado, habrá elecciones para Congreso, un día en el que no podrán participar sino quienes ahí habitan y los grupos armados, que convertidos en partidos políticos, adelanten un proceso de paz. Como quien dice, se elegirá en las zonas de conflicto ese día, sin competencia democrática alguna, a quienes las dominan, así que las víctimas se verán representadas por quienes han sido sus victimarios. ¿Qué proponen las Farc? Que una vez lleguen al Congreso de la República se pondrán en la tarea de impulsar las leyes y las normas para llevar a Colombia un modelo político y económico del socialismo del siglo XXI. Para la consecución de sus propósitos cuentan en el legislativo con simpatizantes de su agenda, como son miembros de las bancadas del Polo Democrático, de Gustavo Petro, de la Unión Patriótica, de la Marcha Patriótica, entre otros. Este modelo, basado en cimientos en una economía que tiende a la estatización  y a un control  de precios a bienes de consumo, reduce la iniciativa privada y su utilidad, limita el desarrollo industrial y de la libre empresa, desincentiva la producción, obliga a las importaciones, es causa de desempleo, encarece los bienes de consumo, estimula el acaparamiento y el contrabando y aumenta la corrupción y la delincuencia. 

El gigantismo del gobierno que reemplaza la iniciativa privada y abusivamente trata de controlarlo todo, termina pretendiendo regular la vida de los ciudadanos, incluso su manera de pensar, violando los derechos fundamentales y reprimiendo brutalmente el libre ejercicio democrático que tiene como una de sus bases el disenso. 

La paz de Colombia la queremos todos, es condición indispensable para el desarrollo del país, pero debe ser una paz justa que, entre otras cosas dignifique a las víctimas. Una paz donde los máximos responsable de los crímenes de lesa humanidad no vayan a la cárcel y a cambio se les otorgue impunidad o sanciones irrisorias como pagar servicios sociales, sería funesto mensaje para la sociedad y estímulo para la comisión de nuevos crímenes. La justicia debe ser generosa pero no puede desaparecer con amnistías disfrazadas.

Mucho se habla del ejemplo de Nelson Mandela, quien perdonó a sus adversarios después de haber pagado cárcel durante 27 años. Injustamente fue condenado a ella por rebelión y no por haber cometido crímenes de lesa humanidad, como los de Timochenco y sus secuaces que no aceptan un solo día de cárcel por sus crímenes.

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