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Analistas 10/05/2013

Cuando se lee poco se dispara mucho

Analista LR
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El primero de mayo pasado, la sala Tomás Carrasquilla, de Corferias, estaba abarrotada de un público absorto que escuchaba el coloquio entre los periodistas Ignacio Gómez y Hollman Morris sobre los duros momentos de amenaza, miedo y exilio que les ha tocado vivir por hacer bien su trabajo de destapar y denunciar, contar versiones más allá de la oficial y hacer un ejercicio de memoria en un país que tiende a ser olvidadizo.

 
“Lecciones del exilio”, se llamaba el evento y era el cierre del Encuentro Internacional de Periodismo que organizan la Cámara del Libro y la Universidad Externado de Colombia, en el marco de la Filbo. Poco antes de las 7 p.m., la gente despidió a los dos hombres con un aplauso largo y caluroso. Casi a esa misma hora, en una carretera del Tolima, el auto de Ricardo Calderón, periodista de Semana, recibía cinco impactos de bala de un asesino que quiere acallar sus investigaciones del Ejército. Por fortuna, Calderón salió ileso.
 
La imagen es perfecta para mostrar la enorme paradoja de este país en donde las apologías a la vida crecen y pelechan a la par con las parábolas al exterminio y al dolor. Un país donde mientras algunos van poniendo los ladrillos que construyen proyectos para todos, edifican sueños compartidos, hacen apuestas al futuro, tienden puentes, otros van socavando desde abajo con su liturgia de la muerte, con su burla a los derechos, con su juego de ir por los atajos, de torcer la realidad, excluir, segregar y aniquilar lo que ponga en riesgo sus intereses y privilegios. Un país moderno, liberal, contra uno bárbaro y atávico. El uno al lado del otro.
 
La versión 26 de la Feria del Libro que acaba de terminar aporta muchas cosas para creer en ese primer país. En los quince días del evento entraron 423 mil personas al enorme recinto de Corferias, y el primero de mayo se rompió un récord cuando ingresaron 72.460 visitantes. 
 
Eso es dos veces el estadio El Campín. ¿La lectura haciéndole competencia al fútbol? Ilusiona pensar que sea así, al menos un día en todo el año.
 
En esas dos semanas de fiesta por las letras hubo 1.300 actividades académicas que reunieron a 120 escritores extranjeros, cien colombianos y 25 portugueses. Más de 270 libros nuevos se lanzaron y, en un plano más prosaico, se cerraron negocios por US$11 millones. Un esfuerzo monumental para agradecerles otra vez a Diana Rey, la coordinadora general, y a Juan David Correa, el director cultural.
 
Y mientras en la Filbo vivíamos el sueño de la República de las Letras, afuera la otra República, la del absurdo, se encargaba de seguirnos espantando. El sábado 20 de abril, mientras la poeta Piedad Bonnet contaba cómo, sin creer en la eternidad o el más allá, logró hacer perpetuo a Daniel, su hijo suicida, fijándolo en las palabras, en un libro para siempre, nos enterábamos de que el gran robo de Interbolsa comenzó en 2011, que allí se lavaron activos y dineros de la contratación de los Moreno en Bogotá y que el Gobierno no hizo nada.
 
El lunes 22, a la una de la tarde, mientras los muchachos del colegio Silveria Espinosa de Rendón se bajaban del bus y empezaban a corretear por los pabellones de Corferias, en un convenio de acceso gratuito para alumnos de escuelas públicas, en el Catatumbo y en Arauca las Farc asesinaban a un soldado y un policía.
 
El miércoles 24, horas antes de que Jean Marie Gustave le Clezio, premio Nobel 2009, hiciera vibrar a la gente con su sensibilidad profunda y su desprecio por el colonialismo, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) entregaba su informe anual y advertía que nadie está reparando a las víctimas de las bandas criminales o Bacrim (el eufemismo para hablar de los paras y los narcos, o los dos, que dejó el fallido proceso de desarme y reinserción de autodefensas).
 
El viernes 26, mientras el expresidente Uribe lanzaba su libro “No hay causa perdida” en el auditorio José Asunción Silva (siempre será mejor tenerlo escribiendo que vociferando insultos, divulgando coordenadas, o llamando al odio y a la guerra), la Policía entregaba el Reporte Integrado de Inteligencia contra las Bandas Criminales (CI2), con un dato escalofriante: hoy “Los Urabeños” (la Bacrim más grande) superan en hombres al ELN, están en 123 municipios y once departamentos.
 
El lunes 29, antes de la charla fabulosa del alemán Günter Wallraff, el periodista de “Cabeza de turco”, nos contaron desde Ginebra (Suiza) que según el informe del Centro de Monitoreo del Desplazamiento Interno, Colombia es el país con más desplazados en el mundo, en una cifra que va de 4,9 a 5,9 millones. Uno de cada siete colombianos es un desplazado.
 
No es difícil entonces entender la sabiduría inmensa de ese cartel que en un puesto de obleas de la feria rezaba simplemente sobre el vidrio: “Cuando se lee poco, se dispara mucho”. 
 

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