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ANALISTAS

Controversias cafeteras infundamentadas

miércoles, 11 de diciembre de 2013
La República Más
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Ni la más pesimista de las mentes hubiese podido presagiar que la producción agrícola colombiana, especialmente la cafetera, otrora soporte del desarrollo económico del país y aún hoy en día generadora directa o indirecta de uno de cada tres empleos rurales en Colombia, pudiese llegar a una coyuntura cuyas pérdidas económicas la condenan a desaparecer y destruyen inexorablemente el tejido social construido a lo largo de más de una centuria.

Eliminar los subsidios agrícolas, utilizados aún en economías altamente desarrolladas, equivaldría a la condena a muerte de la actividad cafetera que da subsistencia precaria a aquel 90% de las 560.000 familias que utilizan su propia mano de obra - conformadas por tres millones de habitantes- y se dedican a la actividad. Tampoco se puede permitir la desaparición del 10% restante que contrata la mano de obra sobrante de los primeros, y con quienes conjuntamente se mantiene la precaria economía de 600 municipios que albergan dos o tres veces la mencionada población.

Además, estos subsidios son coyunturales y desaparecerán cuando la producción de los países productores de café arábigo caiga verticalmente, víctima de las pérdidas, tal como cayó un 10% a principios de la década de los 90 efecto de la ruptura del pacto mundial a las cuotas de exportación de café, que generó una caída de precios promedio, a precios constantes, bastante menor a la actual. Entonces la producción colombiana saldrá fortalecida. Lo correcto en ese momento sería re-estructurarlas diversificándolas con plantaciones rentables de otros productos, convirtiéndolas así en granjas autosuficientes. 

Los gobiernos de Colombia y el del Dr. Juan Manuel Santos, que no se ha quedado atrás, han tenido siempre la conciencia de la trascendencia de la actividad agrícola en el equilibrio socio-económico del país, y no han compartido las opiniones de quienes insisten en dividir a los agricultores entre los que exclusivamente viven de la agricultura y aquellos que tienen otros medios de subsistencia, tratando de dividirnos entre pequeños, medianos y grandes, entre “pobres y ricos”, sin considerar que los unos dependemos de los otros  y que la actividad agrícola, así como el país mismo, es una sola unidad de varias capas sociales, de diversas regiones y que sin el bienestar de unos no sobrevive el bienestar de otros. 

El tema de la crisis agrícola, especialmente la de los cafeteros y sus gigantescas pérdidas, no se puede distraer con controversias que nada aportan a la solución de un problema agrícola nacional que amerita de inmediatas soluciones. No pueden permitirse en Colombia más desplazamientos hacia los centros urbanos en medio de la decadencia industrial. No se puede permitir más pobreza en el sector rural ni mucho menos si queremos lograr una paz estructurada para perdurar.

Discutir si se siembra o no variedad de café robusta ,que no podría competir en un mercado sobreofertado con la producción de países que tienen mínimos costos de mano de obra, o considerar incrementos de productividad cuando para los pequeños ningún nivel cubre su subsistencia y para medianos y grandes los solos costos de recolección y fertilización superan los precios de venta a la exportación, es como querer secarse con una toalla debajo de una cascada de agua. 

También, imposible pensar en un nuevo “Fondo de Estabilización de Precios” o en incrementar la “contribución Cafetera”, en medio de graves pérdidas, cuando se conoce que el actual Fondo Nacional del Café, controlado por el Gobierno, despilfarró en burocracia y negocios llevados a la bancarrota más de US$20 billones a valores nominales -US$60 billones a valores constantes- recaudados durante muchas décadas. Aún hoy en día, “el Fondo del Café” recauda impuestos o “contribuciones” por casi US$100 millones anuales de campesinos cafeteros en la miseria.

Para todos los colombianos: una feliz Navidad, paz y prosperidad en 2014. 

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