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ANALISTAS

A los extensionistas

lunes, 13 de octubre de 2014
La República Más
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En la inmensa cadena cafetera que va desde la siembra del grano hasta el consumidor final, todos los eslabones que la componen son importantes, pues cada uno de ellos cumple una función específica pero que a su vez tiene que conectar de manera armónica con el que lo antecede y con el que lo precede. En este fértil proceso de unión y transmisión, qué duda cabe que uno de los eslabones fundamentales es el del Servicio de Extensión, servicio que este año está cumpliendo 55 años de existencia y que hemos querido realzar en esta carta.

Desde su creación en 1959, el Servicio de Extensión ha sido un agente dinamizador y a su vez una correa definitiva en el óptimo funcionamiento del motor cafetero. Sus camisetas amarillas son desde hace muchos años un sinónimo de colaboración, conocimiento y colaboración entre los miles de cafeteros quienes ven en ellos una ayuda invaluable que se traduce en una mano amiga y en un útil consejo, y quienes han sido llamados, con justicia, el “Ejército de la paz”.

Ha pasado mucha agua bajo el puente y el extensionista ha debido, como un reflejo del dinamismo propio de la Federación, transformarse para adaptarse a los nuevos tiempos, con lo cual la definición original de éste como un “dinamizador que pensando primero en el caficultor y su familia, articula su quehacer gremial, lo técnico-económico y lo social, en aras de una caficultura competitiva y sostenible” ha dado paso a una más amplia, pues se han abierto un nuevo abanico de tareas y actividades.

Para ser un verdadero extensionista, en el más estricto sentido de la palabra, debe cumplir con diez normas que me gustaría compartir con todos ustedes. 1. Convertirse dentro de la comunidad en un Agente de Cambio que propicie todas las transformaciones para que los cultivadores adapten sus plantas al cambio climático, con el propósito de que aumente, mediante la calidad, productividad y rentabilidad, su competitividad en el mercado. 2. Convertirse en un Asesor Integral para las familias cafeteras aportando aspectos no sólo técnicos y económicos sino también sociales y ambientales. 3. Ser un Líder que empodere a los productores con el fin de que sean gestores y promotores de su propio progreso. 4. Trabajar en equipo con la comunidad generando propuestas positivas mediante la participación en esquemas asociativos. 5. Actuar con ética para mejorar la calidad de vida de las familias cafeteras. 6. Compartir, difundir y aplicar las innovadoras propuestas técnicas aprobadas por los científicos de Cenicafé. 7. Convertirse, gracias a sus conocimientos, en un generador de optimismo para que los productores construyan a su vez su propio futuro alrededor de la institucionalidad cafetera. 8. Convertir a los caficultores, mediante variadas herramientas, en gerentes de sus propias empresas, lo que les permitirá ser visionarios y competitivos. 9. Planificar las actividades de la mano del Sistema de Información Cafetera, SICA, y de la información climática, para tener un cultivo sostenible y climáticamente inteligente. Y como punto número 10, trabajar como un defensor de la institucionalidad cafetera, siendo esta una valiosa herramienta para contribuir a la paz del país. Igualmente destacable fue la contribución de todos los extensionistas durante el proceso que se adelanto para la sustitución con variedades resistentes, lo que nos permite con una buena producción, la mejor en varios años, beneficiarnos con un precio mejor. 

Por otra parte, las actividades del servicio de Extensión en el área educativa son también un aspecto a tener en cuenta, toda vez que en el 2013, por poner un solo ejemplo, se realizaron diversas labores tanto individuales como colectivas (reuniones, cursos cortos, demostraciones de método humanizado, entre otros) donde participaron 1.276.160 personas. Estas cifras son elocuentes de su importancia como también de su enorme impacto, y refleja claramente la gran aceptación de su trabajo.

Precisamente el décimo punto que completa el anterior decálogo es de gran importancia, toda vez que varios estudios realizados sobre nuestra institucionalidad han coincidido en el hecho de que la caficultura no solo es sinónimo de progreso sino también de paz. Uno de ellos, dirigido por Ana María Ibáñez Londoño, decana de la facultad de Economía de la Universidad de los Andes, concluye que en las zonas cafeteras el impacto de la violencia es menor que en otras zonas y que “el apoyo de Fedecafe a través de sus extensionistas mitigó el impacto del conflicto sobre la decisión de abandonar el cultivo”.

En esta etapa en la que se encuentra el país, donde la paz puede dejar de ser una lejana utopía para encarnar en la realidad, el ejemplo de los extensionistas así como de la cultura y quehacer cafetero se puede convertir en la llave que abra las puertas a una nueva era. En la Federación estamos dispuestos a que así sea. 

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