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Su experiencia con regímenes autoritarios fue guía de su trabajo como la principal diplomática de la EE.UU. tras la Guerra Fría
Madeleine Albright, quien como secretaria de Estado durante la administración Clinton se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo de máxima diplomática de la nación, falleció a sus 84 años.
Albright presidió la diplomacia estadounidense después de la Guerra Fría, renegoció la relación de la nación con Rusia y abogó por la ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte al incluir a los antiguos estados soviéticos.
Sus propias experiencias con gobiernos autoritarios durante sus años de formación dieron forma al enfoque de Albright sobre el mundo y significó que prestara especial atención a los problemas de Europa del Este. Su Checoslovaquia natal cayó bajo el dominio primero de Adolf Hitler y luego de Joseph Stalin, lo que llevó a su familia a huir del país.
Una facilidad con los idiomas (hablaba checo y francés con fluidez, y polaco y ruso conversacional) mejoró su capacidad para establecer una relación con sus homólogos extranjeros. Mantuvo su amistad con Yevgeny Primakov de Rusia, un exjefe de inteligencia que se desempeñó como ministro de Relaciones Exteriores y luego como primer ministro, a pesar de los desafíos en la relación entre sus países.
Albright escribió un recuerdo de Primakov en Foreign Policy tras su muerte en 2015, recordando sus conversaciones sobre el estado de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. “El desafío era cerrar la brecha entre nuestro enfoque de la seguridad europea posterior a la Guerra Fría y el de Rusia”, escribió. “Él amaba a su país. Sin embargo, era pragmático. Creía en la importancia de resolver problemas difíciles en las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. Yo extraño ese tiempo."
Su propia experiencia personal con el fascismo convirtió a Albright en una diplomática más eficaz, dijo James Rubin, quien se desempeñó como portavoz del Departamento de Estado bajo la dirección de Albright.
El líder serbio Slobodan Milosevic cometió genocidio en Bosnia y habría hecho lo mismo en Kosovo si no hubiera sido por la intervención de Estados Unidos, dijo Rubin. Albright “desempeñó un papel decisivo en reunir las fuerzas de Occidente para detener un genocidio antes de que ocurriera y no vacilar durante años como lo hicimos en Bosnia”, dijo Rubin.
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