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INFRAESTRUCTURA

El cambio de la infraestructura en Bogotá

jueves, 2 de mayo de 2013
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Mónica Villegas

Durante muchos años Bogotá lideró la innovación en obras públicas en el país. La tendencia mantuvo un impresionante incremento desde hace aproximadamente 20 años: se construyeron obras de impacto metropolitano como el Parque Simón Bolívar, las primeras fases de Transmilenio; otras de impacto local como la avenida Suba o el circuito vial de Ciudad Salitre; unas más con un marcado sentido social, como las grandes bibliotecas y la red de ciclorrutas.

El legado de estas obras sigue impactando de manera directa la vida de los bogotanos.

El panorama se volvió desalentador desde hace 5 años, cuando los bogotanos vimos cómo la desidia administrativa convertía dos emblemáticas vías de Bogotá en pabellones de polisombras interminables en las que primaba el interés privado de apropiación contra el interés público para mejorar la calidad de vida. No en vano, según el Informe de Calidad de Vida de Bogotá Cómo Vamos la velocidad promedio en el transporte público pasó de 23.4km/h en 2008 a 19.3km/h en 2011.

La comparación salta a la vista, entre 2003 y 2007 se inauguraron tres troncales nuevas de Transmilenio que permitieron llegar a 11 localidades de manera directa. Entre 2008 y 2012, apenas se entregaron parcialmente dos troncales, que aún hoy están en obra. Obras vitales como la intersección de la avenida NQS con calle 94 -y su extensión a la carrera 19- empezaron la construcción con 4 años de retraso, la calle 153 entre Autopista Norte y avenida Boyacá apenas empezó la construcción después de varios años de retraso y el puente de la carrera 11 con NQS fue construido pero como termina en una pared no ha podido ser utilizado.

La inversión en infraestructura social también se estancó, pocos fueron los colegios nuevos inaugurados y muchos los procesos contractuales que resultaron dañinos para la ciudad. La ciudad solía vanagloriarse de tener una increíble red de hospitales públicos pero no pudo hacer las inversiones necesarias para ampliar su capacidad en Kennedy ni renovar el Hospital Simón Bolívar. Hoy el panorama sigue desalentador, el hospital Fray Bartolomé reabrió sus puertas luego de presiones de la prensa y el Hospital de Meissen fue víctima de tantas irregularidades en su construcción y manejo que hoy es un ejemplo de lo que no se debe hacer en la administración pública. Para acabar con el actual caos insistimos en tres asuntos fundamentales: primero, concentrar tanto al gobierno como a la ciudadanía en la planeación, buscar hacer un conjunto de obras que beneficien a la ciudad en general con un énfasis marcado en el transporte público y el bienestar ciudadano. La segunda tarea a la que tenemos que ponerle la lupa es a la ejecución debe ser rápida y efectiva para que los bogotanos no pasemos la vida en el trancón. Finalmente, no podemos dejar de lado el mantenimiento, para que las obras sean intervenidas a tiempo para hacer correctivos necesarios.

Desde Bogotá Cómo Vamos hemos promovido un debate acerca de la segunda oportunidad que merece la ciudad. Estamos convencidos de que el cambio que necesita la capital pasa por el fin de la exclusión y la pobreza, el aumento de productividad y la competitividad de la ciudad. En todos, la construcción de infraestructura cumple un papel fundamental y creemos que ahí están parte de las herramientas que Bogotá puede usar para mejorar la calidad de vida de las personas.

‘Carrusel de la Contratación’, este segundo bogotazo
El llamado ‘Carrusel de la Contratación’ tomó ventaja de la situación económica favorable de Bogotá y utilizó la administración pública para desviar importantes recursos, principalmente de infraestructura vial y salud, a privados. Este segundo bogotazo, como lo llamaron los periodistas debería servir para hacer un alto en el camino y pensar en qué ciudad queremos vivir y qué hacer para vivir ahí.

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