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El espectro de una crisis poselectoral flota en México, donde muchos dudan que el candidato presidencial de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, acepte una eventual derrota en las elecciones como anticipan los sondeos, y reviva las protestas que encabezó cuando perdió en los comicios del 2006.
El veterano ex alcalde de la Ciudad de México está en el segundo lugar de las preferencias de cara a los comicios del 1 de julio, más de 10 puntos porcentuales detrás de Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), según las encuestas.
Pero esta semana dijo que los datos que maneja su equipo indican que lidera la intención de voto con una ligera ventaja sobre Peña.
El controversial candidato ha vuelto a mencionar recientemente la palabra 'fraude' en algunos encendidos discursos, lo que ha hecho recordar a muchos sus virulentos mensajes de hace seis años, cuando denunció que le robaron la elección en su primer intento por llegar a la presidencia.
Esta semana denunció supuestos operativos para entregar dinero a cambio de votos y aseguró además que los gobernadores del PRI están obligados a cubrir en sus estados cierta cuota de votos a favor de Peña, un señalamiento que fue rechazado por el partido.
'Lo último que nosotros quisiéramos hacer, y estoy seguro que no va a ocurrir, es lo de hace seis años, pero también depende de lo que hagan (los rivales)', dijo a Reuters Manuel Camacho, un dirigente de izquierda cercano a López Obrador.
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