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Presidente de Ecuador, Daniel Noboa
El gobierno está negociando un acuerdo con Estados Unidos para acoger hasta 300 deportados de terceros países al año a cambio de ayuda
El gobierno ecuatoriano, con limitaciones fiscales, se ve superado en armamento y poder por despiadadas bandas adineradas que compiten por territorios del narcotráfico. El presidente Daniel Noboa espera que la visita del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, el jueves le ayude a impulsar un cambio radical en su estrategia de seguridad.
El gobierno está negociando un acuerdo con Estados Unidos para acoger hasta 300 deportados de terceros países al año a cambio de ayuda. Esos dólares podrían ser cruciales para Ecuador, que se ha convertido en uno de los países más violentos del mundo, donde los narcotraficantes libran una feroz batalla por el control de las principales rutas de exportación de cocaína.
Al menos hasta ahora, tras poco más de 100 días de mandato, la campaña anticrimen de Noboa ha sido más ostentosa que efectiva. Sus ministerios de Defensa e Interior publican videos diarios en redes sociales sobre decomisos de drogas y armas. En un episodio fulgurante, la policía y el ejército de Ecuador detuvieron a 600 reclusos colombianos y los trasladaron en autobús a un puente abarrotado en la frontera norte a finales de julio. Otros 400 fueron expulsados el mes pasado.
En 2024, el gobierno de Noboa declaró una "guerra interna" contra las bandas del narcotráfico y ese año logró una disminución interanual de 14,5% en los homicidios, según el Ministerio de Defensa. Sin embargo, los homicidios en el primer semestre de 2025 repuntaron a 4.064, una cifra significativa en un país de 18 millones de habitantes, y en camino de igualar el sombrío récord establecido en 2023. Para Noboa, preocupado por su imagen, una estrategia integral de seguridad con una reducción tangible de los homicidios sigue siendo difícil de alcanzar.
Los analistas de seguridad se estremecen ante lo que describen como teatralidad por parte del presidente de 37 años, vástago de un imperio bananero que, según dicen, aún no ha forjado un plan eficaz a largo plazo para combatir el crimen. “Se trata de construir narrativas que buscan obtener un beneficio político”, dijo el comandante retirado del ejército Luis Altamirano. “Todos quieren oír hablar de la mano dura”.
La visita de Rubio se produce cuando la presencia estadounidense en Latinoamérica adquirió una nueva dimensión controvertida esta semana, después de que fuerzas estadounidenses bombardearan una lancha rápida que presuntamente transportaba drogas por el Caribe. El presidente colombiano, Gustavo Petro, describió el ataque como el asesinato de pequeños narcotraficantes, y no de los capos que impulsan el tráfico ilícito.
Aunque la proximidad de Ecuador a Colombia, el mayor productor de cocaína del mundo, y sus débiles instituciones lo hacen especialmente vulnerable al crimen organizado, Noboa está ansioso por mostrar a la Casa Blanca que Quito es un aliado leal en la lucha contra lo que la administración Trump describe como "terroristas".
El gobierno presentó las recientes deportaciones a Colombia como un paso para aliviar la presión sobre las cárceles superpobladas, que se han convertido en terreno fértil para el reclutamiento criminal y operaciones cada vez más sofisticadas. También ofrecieron una imagen ventajosa para un gobierno que hasta ahora ha priorizado la estética sobre la sustancia al combatir la crisis de seguridad.
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