Rumbo a una economía que avanza con el transporte de carga en camiones

El panorama reciente del transporte de carga en camiones muestra un sector que, pese a la complejidad económica y regulatoria, mantiene una capacidad notable para adaptarse y sostener la actividad productiva del país. A pesar de las vicisitudes que hay en la ruta, la resiliencia de la empresa de transporte de carga sigue firme y es creciente.

Nuestros análisis y los hechos del sector confirman el papel del transporte de carga en camiones, con la empresa como garante, articulador y ejecutor del contrato de transporte, como engranaje esencial del aparato económico: mueve bienes, impulsa inversión, activa cadenas de valor y sostiene empleo formal en todas las regiones. Sin embargo, persisten señales que deben ser atendidas con responsabilidad para no comprometer su estabilidad ni elevar artificialmente sus costos operativos.

El país no puede permitirse decisiones que encarezcan injustificadamente la operación del camión. Medidas como la posible imposición de un arancel de 167% a las llantas provenientes de China, o incrementos abruptos en el precio del Acpm -como los que se intentaron en agosto de 2024- trasladarían sobrecostos que terminan afectando a todos los transportadores de carga, a los generadores, y finalmente al consumidor final. Del mismo modo, la mayor contribución al Fopat, el aumento en los costos de seguridad por el deterioro del orden público y los ajustes salariales que exceden la realidad productiva -como un eventual aumento desmedido del salario mínimo en un entorno inflacionario aún desbordado- podrían con vertirse en frenos innecesarios al crecimiento.

La transición energética debe ser entendida como una oportunidad, no como una carga. Es un proceso costoso, sí, pero representa una puerta para modernizar el parque automotor, atraer inversión tecnológica y mejorar la productividad. Tampoco se debe perder de vista las necesarias inversiones en adaptación al cambio climático, necesarias para mantener la operación de las vías colombianas y de la infraestructura del transporte en general. Nuestra nación tiene muchísimos más riesgos por adaptación que por emisiones. Para el sector, avanzar hacia energías limpias solo será viable si se acompaña de políticas graduales, incentivos reales y un marco fiscal que no penalice la renovación. El transporte de carga está listo para ser parte activa de este cambio, siempre que no se le coloque un peso adicional que ponga en riesgo su sostenibilidad.

Es estratégico, además, entender que la economía colombiana necesita diversificarse sin excluir ninguna actividad productora de bienes. El país requiere que la agricultura crezca, que la industria se recupere, que la minería y las actividades petroleras operen con seguridad jurídica y que la construcción vuelva a ser motor de empleo. Todos los sectores son necesarios para generar movimiento, inversión y riqueza. Cuando cada uno crece, el transporte crece; cuando se frena la inversión, se frena también la actividad transportadora.

Aun así, la mirada hacia adelante se mueve hacia el optimismo, así se vean nubarrones. El sector ha demostrado que, incluso en momentos de alta incertidumbre, sabe sostener el ritmo de la economía y responder a las necesidades del país. Si se avanza hacia decisiones responsables, técnica y económicamente coherentes, el transporte de carga podrá seguir siendo ese eje que conecta, impulsa y estabiliza. La oportunidad está en construir una política pública que entienda al tractocamión y a la empresa de transporte de carga no como meros costos, sino como aliados para reactivar la inversión, ampliar mercados y proyectar un país en movimiento.

Para Fedetranscarga el futuro del sector puede ser más sólido y más prometedor si las decisiones acompañan el esfuerzo de quienes cada día ponen en marcha el motor que mueve y une a Colombia.