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Las industrias creativas podrían estar influenciando el desarrollo económico de una región.
Un reciente libro titulado ‘La economía naranja’ del Banco Interamericano de desarrollo (Bid), explica que la música, cine, libros, artesanías, diseño de moda y videojuegos, podrían estar siendo desperdiciados en América Latina, región que solo exporta el 1.7% de los US$646.000 millones anuales que mueve el comercio mundial de servicios culturales.
En 2011, la economía naranja alcanzó a registrar US$4,3 billones, cifra que es equivalente al 120% del producto interno bruto (Pib) de Alemania o más de dos veces los gastos militares del mundo. Cabe resaltar que este último depende del presupuesto público, mientras que la economía sustentada en el arte, es un contribuyente neto.
El co autor del texto, Iván Duque, asegura que “en Latinoamérica estamos sentados sobre un tesoro, y no sabemos aprovecharlo”. Razón tiene Duque al afirmar esto, pues la zona tiene un importante déficit en su balance de comercio cultural. Al año importa alrededor de $29.000 millones de productos culturales y solo exporta $19.000 millones de los mismos de acuerdo con cifras dadas en la conferencia de comercio y desarrollo de las naciones unidas (Unctad).
A diferencia de otros sectores, el comercio creativo puede soportar mejor las crisis financieras a nivel global. Por ejemplo, en 2009 mientras la venta de petróleo reportó una caída del 40% según el informe de las organizaciones de países de petróleos (OPEP), las exportaciones culturales solo se contrajeron el 12% en el mismo periodo.
En 2012, la firma Price Waterhouse Coopers, estimó que desde 2012 las industrias del entretenimiento inyectarían a la economía mundial un promedio de US$2,2 millones al año.
La falencia de los gobiernos, los artistas y las sociedades latinas es que siguen considerando la cultura como una industria poco lucrativa, por el contrario, estas son concebidas como pasatiempos. Si este imaginario diera un vuelco y se empezara a entender el potencial que hay en estas actividades, el desempleo juvenil y la economía informal empezarían a descender, trayendo consigo mejores condiciones de vida en estos lugares.
Países como Canadá y Rio de Janeiro que han sabido explotar esta industria obtienen ganancias por encima de los US$800 millones anuales.
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