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Analistas 27/04/2021

Vacunación perpetua

Simón Gaviria Muñoz
Exdirector de Planeación Nacional

Tras el inicio de vacunación contra el covid-19 se superaron 4,4 millones de dosis, pero a este ritmo no lograremos la inmunidad de rebaño. Este es un umbral donde existen tantas personas inmunes que un contagiado no puede propagar el virus significativamente. El 7 de enero MinSalud, en línea con la recomendación original de la OMS entre 60%-70%, definió su meta de vacunar 68% del país para lograrla. Anthony Faucci, encargado de la pandemia en EE.UU., argumentando mutaciones más contagiosas teme que sea necesario 90%. Mientras tanto, el presidente de Pfizer estima que las vacunas son efectivas de 6 a 12 meses. Con estos parámetros, toca aumentar el ritmo de vacunación si se desea inmunidad de rebaño. Dada la reglamentación, el sector privado que podría ayudar, no lo dejaron aportar.

La opción pública avanza aun con enormes retos logísticos denunciados por mandatarios locales. La última semana de abril el ritmo de vacunación cayó de 97.000 vacunas diarias a solo 65.000. MinSalud anunció haber garantizado 61,5 millones de vacunas, 9 millones de una sola aplicación, para inocular 35,25 millones de colombianos. Con lo ya vacunado, si la vacunación fuera de 100.000 vacunas diarias, nos tomaría 580 días en agotar lo disponible. Aun duplicando el ritmo a partir de agosto, tardaríamos 350 días. En el mundo catastrófico de 90% de inmunidad y 100.000 diarias, casi 27 meses. A este ritmo, se borraría con el tiempo lo que hicimos con la aguja.

Después de 6 a 12 meses, tocaría volver a vacunar los ya vacunados que necesitarían refuerzo antes de poder seguir inoculando los demás. En otras palabras, toca aumentar la vacunación a cerca de 330.000 diarias para que todas estas vacunas se puedan aplicar en menos de 180 días. Es un error depender de la inmunidad natural al sobrevivir la enfermedad. A principios de abril, 2.417.826 han tenido covid-19 pero este mecanismo, ya costó más de 68.000 muertes e incalculables daños económicos.

Todo esto sin tener en cuenta la complejidad adicional de nuevas cepas como la inglesa o brasileña. Leticia, cercana a Brasil, con vacunación de 90% tiene la tasa de infección más alta de Colombia. Grave también que estas nuevas variedades afecten la salud de los niños.

Desafortunadamente, la reglamentación de la vacunación privada está diseñada para ser inocua. Obligar a que la vacuna privada cueste lo mismo que la pública es, en esencia, prohibirla. Ningún privado compra tantas como un Estado y, por ende, no recibe los descuentos por volumen. Para no hablar del reto que es saber a cuánto compra el Gobierno, cuyas compras están cobijadas por acuerdos de confidencialidad. Esto, más que eximir a las EPS del costo de reacciones adversas para que lo asuma el privado, hace cualquier esfuerzo inviable. Por hacer el favor, se sale debiendo.

Entre más se haga privadamente, más vacunas quedan en la opción pública. Que haya poca disponibilidad actual es coyuntural. Con EE.UU. y Europa acaparando dosis, varios países de Asia ya permiten la opción privada, inclusive con ánimo de lucro. El exceso de vacunas lo usan para reactivar la economía. Son pocos los colombianos que se pueden dar el lujo de ir a Miami. Ojalá salga un avance en productividad estatal de vacunación. El Gobierno habilitó la mano invisible, pero la amarró y le cortó los dedos.

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