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Analistas 21/09/2020

El Estrecho Corredor Social-Económico de Colombia

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Acemoglu y Robinson (A-R, 2019) ya han escalado a la categoría de psiquiatras de cabecera de varios Estados y, afortunadamente, Colombia cuenta con dicho “cuerpo médico” a su disposición. Ellos han venido a reforzar el trabajo que en su época desarrollaron con igual entrega académicos de la talla de L. Currie o A. Hirschman en los años 1960-1970s; M. Deas o P. Oquist en 1980-1990s.

Siento que una condición importante para poder realizar dichos análisis “psiquiátricos-país”, de forma relativamente objetiva, es su condición foránea (canadiense, alemán, inglés y francés, en esos casos; o de turco e inglés, en los de A-R). Creo que esa condición de analista foráneo les ha permitido hacerse cuestionamientos de elementos básicos que en nuestro diario-vivir “la costumbre” nos obnubila. Suelen los extranjeros acertar en las preguntas fundamentales, aunque no necesariamente en las respuestas.

De hecho, considero que esta nueva obra de Acemoglu-Robinson (A-R II) provee ricos ejemplos históricos que desvirtúan y contradicen lo que había sido el principal postulado de su obra anterior (A-R I, 2012). Mi conclusión es que “las instituciones” no dominan ni prevalecen en el tiempo, inclusive al interior de países-regiones relativamente homogéneas. Esto debido a factores intrincados complejamente, como la geografía, la cultura y la religión.

Estos últimos factores han descarrilado procesos democráticos que buscaban mayor bienestar, terminando en democracias no-operativas (Zakaria, 2004). Si los clamores por mayores libertades no logran canalizarse bajo ese delicado equilibrio entre Estado-Sociedad, “la reina de corazones” en busca de mayor libertad quedará rezagada y el proceso los sacará del equilibrio.

Según A-R II, el “temor a la movilización-descarriada”, como la que ahora vivimos, sería la explicación del Estado-de-papel en que ha permanecido Colombia. La República Weimar en la Alemania de los 1920s o el Chile del Presidente Frei de 1960s dan potencia a A-R II Vs. A-R I al ilustrar la fragilidad institucional y no su prevalencia. Esta obra A-R II, además, es polifacética al ahondar sobre Occidente Vs. Oriente, reforzando al historiador Ferguson (2012).

Por todo lo anterior es que resulta casi imposible “pronosticar”, como ciencia-formal, quien tendrá éxito en “construir” una democracia-solida. La dependencia del pasado histórico en ocasiones refuerza la consolidación democrática (Alemania post-Nazi), pero en otras adormece sus ímpetus (Colombia).

La obra de A-R II es un gran aporte a la sociología y en menor proporción a la “ciencia-política”. En el sentido “paradigmático” Kuhn (1962) o del “positivismo de Friedman”, el poder predictivo de A-R II es simplemente bajo.
James Robinson ha estado vinculado por cerca de tres décadas al análisis profundo de la historia socio-económica de Colombia y nos ha puesto a cavilar.

No obstante, creo que Robinson se equivoca en su reiterada caracterización de Colombia como un Estado-de-papel similar al de Argentina, donde la élite supuestamente ha optado por mantener, adrede, al pueblo en la ignorancia y obstruyendo la conectividad de su infraestructura por temor a perder la mano de obra en ciertas zonas del país.

Resulta algo forzada la hipótesis de A-R II sobre una elite-Bogotana-Paisa teledirigida hacia la opresión anti-democrática regional. El proceso de descentralización es mucho más complejo que ello. De hecho, se ha logrado una buena organización institucional en la última década a nivel nacional (como en los casos de la FDN-ANI, avalada por el IFC), pero los resultados de dotación de infraestructura todavía son pobres.

A nivel regional, en Colombia la “reina de corazones” había venido clamando por mayor participación política regional desde 1988, pero ese intento ha colapsado en el marasmo de la corrupción regional. Cali era un modelo a seguir en materia de civismo durante los años 60, pero durante los años 80 el narcotráfico la arrasó y solo recientemente ha estado repuntando en el frente cívico. Medellín organizó acuerdos político-corporativistas para enfrentar el narcotráfico y he aquí que ahora se desnudan serios problemas de gobernabilidad, como los de EPM.

En el caso de Bogotá, A-R II han debido añadir que la justica también le llegó a los hermanos Moreno Rojas tras su saqueo. Muchos sentimos que, a pesar de los marcados vaivenes entre Mockus y López o el Cura y Los Char en Barranquilla, existen varias regiones de Colombia que han logrado entrar al “estrecho corredor” en que se equilibran Estado y democracia.

Aunque A-R I creen estar defendiendo su hipótesis de prevalencia de las instituciones, su método histórico los lleva a demostrar que esa ha sido la excepción. Así se desprende de lo ocurrido en la cuna de la civilización Occidental Greco-Romana, la evolución institucional-cultural de las colonias africanas o la India pos-Británica.

Este análisis histórico es relevante a la hora de analizar lo que viene ocurriendo con el papel de la “clase media”. En un estudio en desarrollo, he venido postulando que la posibilidad de que una sociedad inclusiva logre mantenerse en ese “estrecho corredor” dependerá del papel que cumple la clase media con “motivaciones ciudadanas”, no únicamente motivaciones económicas.

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