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El salario mínimo (SML) se reajustó en 9,5% para 2025, tras el incremento de 12% en 2024. De esta manera, la asignación mensual quedó cerca de $1,6 millones (incluyendo subsidio del transporte). El problema es que con un multiplicador de obligaciones-Pila de 1,52 por parte de las empresas, en realidad un trabajador formal no podrá contratarse en Colombia por menos de $2,4 millones/mes.
Este anuncio del SML coincidió con el sorpresivo dato de desempleo de noviembre de 2024 de 8,2%, casi un punto porcentual inferior al dato de un año. El gobierno entró entonces a desestimar las advertencias técnicas de que elevados valores de SML minarían la generación de empleo y agravarían la informalidad laboral. Petro procedió a “cantar victoria macroeconómica” al vincular (erradamente) el moderado rebote del PIB-real (hacia 1,8% en 2024) con una tasa de promedio de desempleo que se habría reducido de 10,3% en 2023 hacia 10,1% en 2024 (suponiendo que el desempleo de diciembre mantiene un punto de reducción respecto del año anterior).
Pero vale la pena señalar que ni el rebote del PIB, todavía inferior al potencial, ni la reducción del desempleo, aun en dos dígitos, deberían ser materia de mayor celebración, salvo usando una vara de mediocridad. Ojalá en 2025 se consolidara recuperación hacia crecimientos de 3% y reducción del desempleo hacia 9% para así poder celebrar juntos.
Las lecturas de desempleo en 2024 se vieron beneficiadas por factores demográficos: contracción poblacional (neta de inmigrantes) a ritmos de -0,2% por cuenta de una natalidad de solo 1,2 nacimientos y añejamiento de una fuerza laboral que ahora se ha reducido a 63,7% de la PEA (-0,5 pps, respecto de años anteriores). En ausencia de estos factores, seguramente el desempleo habría escalado hacia un promedio de 10,5% año, amén de la anómala absorción de mano de obra por la expansión burocrática (casi +150.000 puestos de trabajo).
Pero los daños estructurales continúan: i) alejamiento estructural de los salarios reales que corresponderían a las ganancias en productividad laboral; ii) convergencia del SML hacia el Salario Medio, ahora quedando en 83%, lo cual distorsiona los premios por productividad; y iii) presiones inflacionarias salariales y agravamiento de la informalidad laboral.
En el cuadro adjunto se observa que el SML ha debido reajustarse en 5,8% para 2025 ( = 5,2% de inflación de 2024 y 0,6% de variación en la productividad laboral), en vez de 9,5% adoptado. A primera vista la conclusión de muchos es que los desbordes de los cuatro últimos años (2021-2024) no habrían tenido mayor incidencia, pues la tasa de desempleo promedia ha venido descendiendo de 13,8% hacia 10,1%. Y, sin embargo, la teoría y la práctica macro-laboral indica que estos análisis deben hacerse es bajo la dinámica de los mercados laborales (conocida como el Nairu). Esta intenta responder la tendencia del desempleo promedio determinada por el “costo laboral unitario” y los efectos de la aceleración de la inflación respecto al desempleo estructural.
Así, debe analizarse la velocidad con la cual el desempleo promedio en Colombia se acerca a 9%, que es el valor estimado de “equilibrio-dinámico”, en momentos en que la inflación se había venido acelerando del 2% en 2018 hacia 13% en 2022 y 9,3% en 2023. Esta última trayectoria venía asediando la labor del BR al intentar cumplir “la estrategia de inflación objetivo” que busca mantenerla estable entre 2% y 4% anual.
Nótese cómo la aceleración inflacionaria (2020-2023) se fue acompañando de un marcado descenso en la productividad laboral pasando de 4% hacia 3% y, finalmente en 2022-2023, a valores negativos de -3%. La “protección institucional” nos ha venido alejando de la correspondencia entre los ajustes del SML y la dinámica sostenible de convergencia del desempleo hacia valores Nairu.
La quinta columna de ese mismo cuadro señala que la brecha entre “lo recomendable” y lo adoptado en materia de SML se ha ido incrementando, pasando de brechas negativas (2020-2021), hacia crecientes de 4% en 2023 y de 6% en 2024. La reducción de esta brecha a “solo” 3,8% en 2025 es un magro consuelo y habrá de tener serias consecuencias de competitividad para la economía colombiana.
Los sectores de industria y comercio continuaban en negativo a septiembre 2024 y ello hará difícil llevar el PIB-real arriba de 3% en 2025. Además, se tiene el negativo efecto tributario empresarial que mantiene la inversión creciendo solo 1% anual.
Por último, cabe resaltar, en la séptima columna de dicho cuadro, cómo se venía reduciendo la brecha en desempleo respecto de la tasa Nairu de 9%, pasando de 7 pps en 2020 hacia solo 1 pps en 2023. Pero esta tendencia correctiva se estancó en 2024 y seguramente ello persistirá en 2025.
Como se ve, el análisis del mercado laboral es complejo y envuelve muchas variables demográficas y de oferta-demanda de empleo. Luego concluir, con base en simples correlaciones, que el reajuste del SML en nada afecta el empleo y la política de formalización es un claro error. Error que se ha venido repitiendo desde Duque y bajo Petro, con serias incidencias sobre el ingreso de los más pobres y de aquellos que aspiran a vincularse a los mercados formales.