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Analistas 24/11/2021

En fósiles la tienen al revés

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

Cualquier administrador racional que posee un inventario cuya demanda anticipa que se va a empezar a marchitar en 20 a 30 años, haría la movida obvia; asegurarse de venderlo antes al mejor precio posible. Y si esta lógica la aplicamos a los combustibles fósiles en Colombia, hay sectores bastante irracionales que insisten en una movida contraria y absurda; parar la exploración y venta de toda la riqueza de nuestro subsuelo desde ahora, cuando los precios viven uno de sus mejores momentos. Todo esto con el fin de acelerar una transición a una neutralidad de carbono, que de por sí ya esta en marcha, sin importar las fatales consecuencias económicas.

Lo primero que tenemos que entender es que nuestro país no depende excesivamente de su industria extractiva. Cuando sumamos combustibles fósiles y minería, su aporte al PIB llega al 4% según el Dane, al III Trimestre del 2021. Pero su importancia varía bastante dependiendo de las regiones. En un informe de ayer, el diario El Tiempo muestra que su participación en el PIB del Meta llega al 47.2%, en Casanare a 42.2%, en Arauca a 37.8, y en Putumayo a 23.4%. Sería la ruina para ellos y muy cerca estarían otros diez departamentos. Solo en el caso de la industria petrolera, paralizar su exploración y venta externa produciría, según el mismo informe “que los ingresos de Colombia por exportaciones se caerían en mas de un 30%” y “el déficit en la balanza comercial se dispararía en mas del doble”.

A esto habría que añadirle que el Fisco espera recibir en el 2022 solo por hidrocarburos, cerca de $8 billones, lo que equivale aproximadamente a media reforma tributaria. Es decir, un sector que no es gigantesco como en otros países, si tiene una importancia apreciable en muchos departamentos, y un impacto decisivo tanto en nuestra balanza de pagos, comercial, y fiscal. Hasta aquí no hemos tocado los 180 mil empleos que dependen del sector.

Argumentarán los contradictores y algunos ambientalistas radicales que el fin de lograr neutralidad en carbono amerita sacrificios económicos. Y yo me pregunto…por qué tenemos que adelantarnos a los compromisos ya asumidos por el país en Glasgow de reducir emisiones en 51% al 2030 y lograr neutralidad en carbono para el 2050? ¿Quién nos va a reconocer monetariamente un sacrificio adicional que nadie nos está pidiendo, y que nos podría costar lo mismo o más que lo que nos costó la pandemia, solo que esta vez el golpe sería recurrente? Tampoco entendería el afán de la transición toda vez que Colombia, aun en su etapa inicial de energías renovables, cuenta ya con una de las matrices más limpias de generación eléctrica, gracias al extensivo uso de su potencial hidroeléctrico.

Y buena parte de su producción de combustibles fósiles se destina a la exportación, lo que termina generando contaminación es en nuestros compradores y no en el país. Es más, como bien lo señala Francisco Lloreda, Presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo, los hidrocarburos solo “contribuyen con el 7 por ciento del total de Gases Efecto Invernadero (GEI) del país y como es de todos conocido, Colombia aporta solo 0.5 por ciento de las emisiones globales”, lo que nos lleva a concluir que por aquí no es la solución.

¿Qué debemos hacer entonces? Deberíamos mirar lo que están haciendo países como Canadá, que a la par de mantener rigurosos estándares ambientales e imponer ambiciosas metas de transición energética hacia energías renovables para su consumo doméstico, no dejan de explorar, y exportar combustibles fósiles mientras haya demanda externa. La razón es que nadie quiere cometer el error del régimen venezolano de mantener enterradas, por política e incompetencia, las mayores reservas petroleras del mundo. Bueno…casi nadie.

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