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Un crecimiento del PIB en el 2021 de 10,6%, el mayor visto en nuestras vidas, lo han tratado muchos de demeritar, en aras de afanes electorales. Como dijo un candidato, “Duque saca pecho con el crecimiento económico, pero con hambre, inflación disparada, violencia, desempleo…ese crecimiento es una ilusión”. O sea, ahora vamos a desconocer las cifras de una entidad técnica como el Dane solo porque no convienen a una campaña. ¡El todo vale! Y no se dan cuenta de que ese crecimiento del año pasado es el trampolín económico en que se lanza este país a lograr el mayor crecimiento de América Latina este año según todos los pronósticos. Año del cual estos profetas del desastre gobernarían casi cinco meses de ser elegidos.
Lo peor es que el ataque lo adornan con mentiras o medias verdades o sin considerar el contexto mundial o regional. Resulta que, en inflación, que fue alta por cierto, resultamos tener la menor cifra en la región en 2021, en lo que fue un fenómeno mundial del cual no podíamos abstraernos. Pero donde pinchan mas fuerte es en el tema de desempleo, el gran reto de cada gobierno. Y es aquí donde vemos la recuperación más rápida de cualquiera de las crisis económicas que hemos atravesado. En febrero de 2020, antes de desatarse la pandemia en Colombia, la tasa de desempleo estaba en 12,2%, mientras en diciembre pasado se ubicó en 11%. Es decir, 1,2% por debajo del registro prepandemia. Ripostarán muchos afirmando que la masa total de ocupados es menor y tendrían razón. Pero aquí, como en el caso de la inflación, hay una tendencia global y es que muchas personas decidieron abandonar el mercado laboral. Eso sí, quedan heridas que se han agravado como es el diferencial en empleabilidad de genero y jóvenes, que constituye un reto mayor.
Solo para comparar, cuando nuestro PIB empezó a flaquear en diciembre durante la crisis financiera mundial de 2008, la tasa de desempleo se disparó de 10,6% a 14,2% al siguiente mes. Nos tomó 21 meses volver a tener un registro igual, sin haber sufrido una caída traumática del PIB como fue el registro de 7% en 2020. Esta vez, entre cierres y bloqueos, nos tomó 19 meses, hasta septiembre del año pasado cuando, al lograr 12,1% de desempleo, logramos superar nuestro registro prepandemia. Toda una proeza que probablemente será un caso de estudio para más adelante.
Lo que muchos candidatos, con honrosas excepciones, parecen olvidar, es que, con unas tasas impositivas altas, y una imposibilidad de extender la cobertura fiscal a salarios medios, más una resistencia tenaz a ampliar la cobertura de impuestos indirectos como el IVA, el único camino que le queda al país es buscar crecer por encima del problema. Eso solo se logra con registros promedios de 5% en la próxima década y solo un candidato, Federico Gutiérrez, está hablando de esto. Y este crecimiento solo se logra con confianza de los mercados que no solo evite una fuga de capitales similar a lo que está ocurriendo en Perú y Chile, sino con un influjo de inversiones nuevas, así como un redoblado esfuerzo en el frente exportador.
Al final, el empleo siempre será un derivado del crecimiento. La normativa y programas de fomento en sectores de la población o zonas geográficas deberán ayudar a corregir muchas fallas existentes tanto en la oferta como en la demanda. Pero uno no puede corregir lo que no se produce. La fórmula siempre será el crecimiento. Los políticos que se dediquen entonces a discutir cómo se busca a partir de ahí y del empleo, que genera una mayor equidad.