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Analistas 22/04/2020

Adaptación e innovación

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

Hace pocos meses resultaba difícil imaginar la dimensión que la propagación del Covid-19 tendría sobre la economía mundial. Parecía que sus efectos se circunscribirían a China, con algún leve contagio en algunos países de Asia y Europa. Sin embargo, transcurrió poco tiempo antes de que este coronavirus se convirtiera en una pandemia que transformara la dinámica economía y social a nivel global.

Colombia no ha sido la excepción a esta coyuntura. Ante la necesidad de salvar vidas y evitar el colapso de nuestro sistema de salud, el Gobierno Nacional decretó medidas de aislamiento obligatorio que han logrado hacer frente a la propagación del virus, pero que también se espera afecten significativamente las perspectivas de crecimiento económico y empleabilidad de muchos sectores.

Al respecto, aun cuando algunas actividades esenciales continúan realizándose, lo cierto es que la parálisis parcial o total de sectores productivos como el comercio, hotelería, recreación, transporte aéreo, minería, edificaciones, entre otros, además de generar cuantiosas pérdidas, amenaza la sobrevivencia de muchos negocios.

El panorama es ciertamente complejo. Los efectos de la pandemia, que en principio se creían transitorios, seguramente se mantendrán en el mediano y largo plazo. La menor disposición a consumir por parte de los hogares, un eventual retorno al proteccionismo, la aversión a viajar por negocios o placer, y las mayores presiones fiscales serán factores que condicionarán el crecimiento económico.

No obstante, las crisis y las dificultades dejan también valiosos aprendizajes, permiten mejorar procesos e incentivan la innovación. En efecto, el proceso de apropiación del comercio en línea, la banca digital y el teletrabajo se ha acelerado gracias a los esquemas de las economías colaborativas y el uso de plataformas virtuales. De igual manera, llama la atención cómo en poco tiempo algunas industrias han hecho frente a la pérdida de ingresos por medio de la producción de bienes que no hacían parte de su portafolio. Hoy la acelerada producción de elementos para enfrentar la pandemia, como tapabocas, prendas médicas o geles antibacteriales, se suma al ingenio de muchos empresarios que empiezan a vislumbrar oportunidades en medio de la actual coyuntura, un hecho que pone en evidencia nuestra capacidad para reinventarnos y adaptarnos a contextos complejos.

Estos procesos de reconversión sectorial serán quizás lentos, en la medida en que exigen de un ambiente propicio que incentive el cambio. Por ello, se requiere del trabajo mancomunado de las autoridades y el sector privado para comenzar a adaptar el marco regulatorio a las nuevas condiciones en materia laboral y eliminar las barreras que impiden a las empresas incursionar en entornos digitales. Sumado a esto, resulta imperativo redoblar los esfuerzos para fortalecer la infraestructura física y de telecomunicaciones, pues estas determinarán el grado de competitividad de los sectores y su capacidad para adaptarse a las nuevas condiciones.

La emergencia sanitaria llevará a un ejercicio de reflexión profunda al interior de las empresas sobre su papel en la economía, el grado de adopción de las nuevas tecnologías y el uso de buenas prácticas empresariales que les permitan sortear los momentos difíciles. Pero será también una oportunidad para que los diseñadores de política pública actúen de manera decidida para superar los obstáculos en materia de competitividad, pues solo así el sector privado estará en capacidad de superar exitosamente la crisis generada por el Covid-19 y ser resiliente ante futuras contingencias.

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