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Analistas 07/09/2017

Un pensador para nuestro tiempo

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

La Universidad de los Andes ha publicado la versión en español de la biografía de Albert Hirschman bajo el título El Idealista Pragmático: la Odisea de Albert O. Hirschman. El libro puede leerse como la trayectoria de un intelectual europeo durante el convulsionado siglo XX; como una historia se ideas; y como el relato de las dificultades de América Latina para encontrar la forma adecuada de superar el subdesarrollo.

La vida de Hirschman ofrece abundante material para su biógrafo. Además de tener una personalidad sobresaliente y atractiva, Hirschman logró combinar con éxito extraordinario la acción y el pensamiento, la vita activa y la vita contemplativa. A una temprana edad, la llegada de Hitler al poder en Alemania lo llevaría a luchar por los valores democráticos y al exilio en Francia. El exilio habría de convertirse en una parte recurrente de su vida. Hizo estudios de economía en París, Londres y Trieste. Participó en la defensa de la República Española contra la insurrección militar de Franco, conspiró contra el régimen de Mussolini en Italia y se incorporó al ejército francés para combatir contra la agresión nazi en 1939. Después de la derrota de Francia en 1940, se trasladó a Marsella, donde ayudó a organizar la emigración clandestina de escritores y artistas refugiados del nazismo. Se exilió en Estados Unidos. En su calidad de traductor, hizo parte de la campaña del ejército americano en Italia. Su etapa de combatiente no interrumpió la lectura de sus autores preferidos: Montaigne, Montesquieu, Maquiavelo, Adam Smith y Flaubert.

Terminada la guerra, trabajó en la Reserva Federal y en la etapa inicial del Plan Marshall. Al inicio de los años cincuenta, en pleno auge del macartismo, se le cerraron las posibilidades de obtener empleo en cualquier dependencia del gobierno de Estados Unidos. Encontró acogida en el Banco Mundial, entidad que empezaba a interesarse en los problemas de las naciones menos desarrolladas.

Recibió la oferta de trasladarse a Bogotá, para hacer parte de una misión que asesoraría al gobierno colombiano en la implementación de un programa de desarrollo. Este nuevo exilio, lejos de haber sido un infortunio, sentó las bases que le permitieron proyectarse internacionalmente como un experto en desarrollo y para iniciar una fructífera relación con América Latina, región por la cual tuvo un particular afecto. Sus libros The Strategy of Economic Development, Journeys toward Progress y A Bias for Hope dejarían testimonio de ese sentimiento. Disentía del excesivo pesimismo de algunos analistas latinoamericanos, fenómeno que denominó fracasomanía. Observaba que entre los obstáculos al desarrollo que investigaban los científicos sociales de la región, deberían incluirse ellos mismos.

Protegió a los intelectuales del Cono Sur durante los tiempos de dictaduras. Su preferencia por el posibilismo lo llevó al convencimiento de que América Latina tenía alternativas diferentes a la represión o la revolución. Consideraba que el anhelo por un cambio total era una receta para el desastre. A pesar de la adversidad, perseveró en el compromiso con la democracia liberal.

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