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Analistas 21/09/2017

Lecciones económicas de Venezuela

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

El desmantelamiento de las instituciones democráticas por parte de la Revolución Bolivariana ha ingresado a la agenda diplomática internacional. No menos digna de atención es la magnitud de la demolición económica atribuible a la implementación del Socialismo del Siglo XXI. Las repercusiones de esta crisis afectan de alguna manera al resto del hemisferio. En términos políticos, la comparación relevante del régimen de Nicolás Maduro es con la Siria de Bashar Assad, por la decisión de mantenerse en el poder, mediante la violencia, sobre los escombros de la nación. En términos económicos, la comparación sería con la forma como en Zimbabue Robert Mugabe ha logrado permanecer en su cargo a pesar de haber producido una catástrofe económica.

El proceso mediante el cual se ha conducido a la pauperización a una nación con abundante dotación de riquezas naturales habrá de servir como estudio de caso en las cátedras de economía política de América Latina. Iniciativas tales como las de construir gallineros verticales, proponer la cría de conejos o la agricultura en las ciudades son manifestaciones pintorescas de ignorancia y de primitivismo gubernamental. Pero esas son consecuencias de la involución económica que ha ocurrido, más bien que sus causas.

Una forma de visualizar el fenómeno es comparar los requisitos para crear un clima propicio para el crecimiento económico y la inversión con el manejo gubernamental de los últimos dieciocho años en Venezuela. Montesquieu identificaba les grands coups d’autorité de las monarquías absolutas como un obstáculo para la prosperidad. La acentuada centralización del poder personal que promovió Hugo Chávez le confirió al régimen presidencial venezolano las características de una monarquía absoluta. Los grandes golpes de autoridad desde el Palacio de Miraflores han sido funestos para la estabilidad macroeconómica, el clima de inversión y el bienestar de los venezolanos. Las decisiones discrecionales y las órdenes de ¡exprópiese! convirtieron el derecho de propiedad en un privilegio provisional, revocable.

Además de ser impredecible, el manejo económico carece de transparencia. La respuesta al deterioro de los indicadores de crecimiento, de inflación y de abastecimiento, ha sido descontinuar su publicación.

La combinación del control de precios y de un esquema disparatado de cambios múltiples ha desorganizado el comercio exterior y trastornado el funcionamiento del mercado interno. Por fuerza de los hechos, un número considerable de transacciones económicas termina efectuándose al margen de la normativa oficial, en el mercado libre. Refiriéndose a la política económica del régimen de Mussolini, el escritor italiano Manlio Concogni hizo un elogio del mercado negro que resulta de actualidad para la situación venezolana: “El estado autoritario pisoteó la libertad de las personas. El héroe fue el mercado negro, donde la gente encontró formas de obtener lo que necesitaba o de encontrar lo que quería (...) el mercado negro fue un refugio para la creatividad, la iniciativa y la independencia”.

La calamidad económica y social que le han infligido a Venezuela sus gobernantes es un acontecimiento desconcertante. Es instructivo reflexionar acerca de las políticas que condujeron a ese resultado.

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