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Analistas 19/03/2024

Sin gremios no hay democracia

Rodolfo Correa
Expresidente Consa

Vivimos tiempos en los que se celebra la muerte del intermediario. Hoy la euforia del individualismo radical embriaga la humanidad embebida en un mundo digital que genera el espejismo fatal que nos hace creer que solos podemos lograrlo todo.

Gracias a las redes sociales el individuo se hizo a la idea de que no necesita de nadie para alzar su voz y ser atendido y escuchado en sus reclamos. Nada más falso. Hoy, a pesar de la hiperconectividad, estamos más aislados que nunca. Las redes sociales se supone que son un espacio virtual donde estamos todos, pero no nos escuchamos. Solo presumimos, nos quejamos, gritamos, nos enojamos, enamoramos, estamos, pero no somos.

El mundo digital es literalmente un mundo de apariencias. Mientras la gente se entretiene allí, usándolo como cloaca emocional, afuera se toman las decisiones sobre el futuro de nuestra vida social, económica y política, sin contar con los escenarios de reflexión, deliberación y evaluación racional indispensables para la existencia de una democracia de calidad.

Mientras permanezcamos aislados en nuestros móviles y tabletas, dando likes o haciendo comentarios a la publicaciones de otros, y no contemos con instancias que sirvan de mediadores entre la acción del poder, del mercado, de las transnacionales propietarias de las plataformas digitales y el impacto que ellas tienen sobre el individuo - ciudadano, consumidor o empresario- no será posible la existencia de relaciones equilibradas.

Por eso, indiscutible y paradójicamente, hoy más que nunca, deberíamos revivir el intermediario, uno que trascienda el individualismo y reviva el espíritu colaborativo, comunitario y de acción conjunta de cara al trabajo por los intereses comunes.

Hoy, más que nunca, se necesita reavivar el espíritu gremial si queremos enfrentar la vertiginosa marcha de la transformación digital. Hoy, más que nunca, es indispensable contar con escenarios que posibiliten la unión de los individuos para poderse defender y responder a las superestructuras del siglo XXI.

Si queremos salvar la democracia, la única salida es consolidar organizaciones humanas que sirvan de instancia para reflexionar y sentar posiciones sobre las reglas que imponen el Estado, las Plataformas Digitales y el Mercado. Y esas organizaciones son los gremios que, como vemos, son la verdadera garantía para que exista democracia de calidad.

Ahora bien, ciertamente, si queremos que reviva la fuerza gremial no bastará con ofrecer a los empresarios, consumidores, usuarios o simplemente ciudadanos, una mayor representatividad y vocería. No. Para impulsar el deseo de agremiación es urgente una actualización del propósito gremial, manteniendo la tradicional representatividad en la defensa de los intereses comunes, pero sirviendo además como instrumento para la satisfacción de los objetivos individuales, esto es, por ejemplo, en el caso de los empresarios, se requieren gremios que le ayuden a sus afiliados a vender más, a disminuir sus costos de operación a través de mecanismos cooperativos para asumirlos y con ello crecer más empresarialmente.

Se requieren gremios que obren como aliados en la satisfacción de los intereses individuales y que paralelamente cumplan su función como refinerías de la democracia. Ese es el desafío de los tiempos modernos. ¿Estarán listos para el cambio? O ¿preferirán desaparecer?

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