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En “Leaders Eat Last”, Simon Sinek narra una historia que nos sirve para Colombia: dos congresistas norteamericanos, Bob Goodlatte, republicano, y Stephanie Herseth Sandlin, demócrata, se encontraron por azar en un viaje oficial a Rumania. Por estar en partidos opuestos, acostumbrados a sancionar automáticamente al contrario, estaban destinados a ser enemigos irreconciliables. El primer día, al terminar la jornada de reuniones, se encontraron solos en el hotel, en un país extraño, “desparchados”. Salieron a caminar y, sin buscarlo, terminaron conociéndose como seres humanos y no como rivales políticos.
Ese pequeño espacio de interacción, fuera de las tensiones partidistas, sembró una amistad que transformó su forma de trabajar. Empezaron a escucharse, a valorar las motivaciones del otro y a encontrar puntos de convergencia en medio de sus discrepancias. No dejaron de defender sus posiciones, pero lograron cooperar y, en ocasiones, votar en contra de la línea de sus propios partidos porque, antes que adversarios, se reconocieron como personas con muchas identidades.
Según Sinek, para lograr alianzas duraderas, las partes se deben conocer bien, pues es imposible alcanzar consensos importantes sin una base emocional mínima que permita conversar sin prejuicios. Las mejores negociaciones del mundo -desde procesos de paz internacionales hasta disputas comerciales- se facilitan cuando las partes dedican tiempo a escucharse, a compartir espacios informales y a comprender las emociones, temores y aspiraciones del otro.
Todavía hay candidatos de centro y derecha que no entienden el costo de llegar divididos a la primera vuelta. Es abrirle el camino a Iván Cepeda para triunfar en la segunda. En esta, la capacidad de fraude del gobierno y el dinero de nuestros impuestos harían el trabajo por Cepeda.
Algunos candidatos de la oposición descalifican a otros candidatos, también en la oposición, a quienes no conocen, por simples percepciones o prejuicios. Ponen líneas rojas, antes de conversar, como pudo pasar con los congresistas de la anécdota de Sinek.
Si Churchill y Roosevelt no se hubiesen reunido varias veces con el “diablo” de Stalin, Hitler muy seguramente habría ganado la guerra. Churchill, muy conservador, no se llenó de principios morales para no hablar con Stalin.
La ausencia de un diálogo abierto entre los candidatos de la oposición nos podría llevar a un escenario indeseable. Cooperar no exige renunciar a las diferencias, ni obliga a la unanimidad. Solo se requiere “disposición a conocerse”. Los candidatos que excluyen a priori a un contendor relevante renuncian a la posibilidad de construir un proyecto común.
La confianza no surge de la participación en un debate promovido por un gremio, surge de conversaciones sin agenda, de espacios de dialogo abiertos, igual que ocurrió con Goodlatte y Herseth Sandlin o a los tres grandes.
Si los candidatos de oposición desean realmente evitar un triunfo del Petrismo en el 2026, según las tesis de Sinek, el punto de partida no debería ser un acuerdo programático, ni la definición de una consulta u otro tipo de acuerdo, debería ser primero crear espacios informales y establecer vínculos emocionales. Cualquier estrategia electoral que pretenda consolidar un bloque sin antes construir relaciones entre sus integrantes está condenada al fracaso. No se trata de eliminar las diferencias, pero si permitir un dialogo más emocional y abierto. Los candidatos deben humanizar sus relaciones.
Algunos candidatos han manifestado que les ha ido mal en las alianzas: Lo que está en juego en 2026 no es la suerte de un candidato, es la estabilidad institucional y económica del país. Ante la amenaza que enfrentamos, es irracional poner primero el interés personal al del país.
Antes de descartarse, los candidatos deben conocerse. Antes de excluirse, deben escucharse. Antes de dividirse, deben conversar. Las coaliciones se construyen conversando, no imaginando enemigos.
En la primera reunión de Roosevelt, Churchill y Stalin en TEHERAN a finales de 1943, entre brandy y whisky, crearon los vínculos y confianza necesaria para diseñar juntos la estrategia contra Hitler. Los dos primeros estaban en una orilla muy distinta a la de Stalin, pero conscientes del peligro, unieron sus fuerzas.
Necesitamos que Fajardo, de la Espriella, Pinzón, Vicky, Paloma y demás candidatos se sienten alrededor de un par de botellas de Ron Medellín 8 años y conversen de libros, arte, futbol, cine y comidas. Posteriormente podrían diseñar la estrategia para derrotar las fuerzas destructoras del Petrismo.
Este gobierno, aun con buenas intenciones, ha insistido en cambiar la regulación, exigir tarifas justas y acelerar la transición energética. Pero por no saber cómo hacerlo
Que los colombianos nos queramos quedar en Colombia, para vivir bien y mejor. Hacerlo en grande no se logra ni con deseos ni con fortuna, se logra queriendo y haciendo