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Si se le pregunta a la gran mayoría de los colombianos si ha tenido más y mejor educación que sus padres o abuelos, o que si ha tenido más acceso a la salud preventiva y especialistas, o que si el trasporte y la conectividad es mejor y más digna, o la calidad de los servicios públicos, o el acceso al crédito y a la propiedad es ahora mejor que antes; la respuestas es que sí hemos mejorado en todo y que esa mejoría ha sido el fruto del trabajo de todos los colombianos, gobiernos, empresarios, academia, organizaciones de la sociedad civil, sin distingo de procedencia, creencias, raza o genero.
Otra verdad de a puño es que la violencia en Colombia corre por cuenta por la economía ilegal como es el narcotráfico y la extracción y robo de minerales que necesita consolidar el control de los territorios y ocupar la legalidad y la fuerza publica en otras actividades, mientras ellos consolidan su negocio que hoy lo tienen mas fácil con el país vecino que también se lucra económica y políticamente de esta guerra intestina que necesita mas acciones policivas y de justicia. No se deje embaucar con discursos de políticos fletados por los carteles que solo buscan polarizar a la opinión pública.
La semana pasada en la radio, una periodista defendía la protesta que se toma las calles y bloquea el transporte público como la única manera pues, justificaba ella, que el propósito era hacerse sentir a través de incomodar a los demás con el fin de que la ciudadanía en general sepa de la insatisfacción y así presionar para una solución.
El resultado es evidente a la falta de interlocutores representativos y de propuestas para arreglar las insatisfacciones solo ha servido a quienes quieren generar caos, daño y desorden. Situaciones que ya han provocando heridas a personas, suspensión de clases con consecuencias a padres y alumnos, daños en la infraestructura educativa, al transporte público y al empleo.
La fórmula de generar odios y exacerbar frustraciones para congregar sirve perfectamente para camuflar desadaptados que han herido y lesionado a muchas personas, todas de bien, han violentado a la autoridad cumpliendo con su labor de proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos y han destruido los bienes públicos mas apreciados y que hemos pagado todos.
En esa lógica debemos ser ingenuos ni idiotas pero si ser responsables y cuidadosos, todos debemos rodear nuestras instituciones, prevenir en la participación de esos eventos con potencial de graves afectaciones y colaborar con información, denuncias oportunas, fotos de los terroristas y solidaridad con las víctimas y sus familias.
Un paso en falso y, en las próximas décadas, criminales como Pablo Escobar, Carlos Pizarro o Manuel Marulanda podrían convertirse en los nuevos “héroes” de una Colombia delincuencial. Ojalá el país comprenda la magnitud del desafío
El primer daño es el tránsito de la búsqueda genuina de la verdad hacia la imposición de la posverdad, donde los hechos dejan de importar y son reemplazados por narrativas conveniente