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Analistas 13/11/2022

Cielo roto

Ramiro Santa
Presidente Sklc Group

"Cuando no esté debajo del agua estará apagando un incendio", es la explicación para un niño de lo que significa el cambio climático según Brigitte Baptiste; bióloga, autoridad ambiental y profesora que trabaja en el cuidado del ambiente desde las instituciones, la academia y el territorio, tal como lo hace desde el EAN, y como lo hacen también la mayoría de las universidades, los gremios y las empresas, como el Cerrejón, EPM, Ecopetrol y la mayoría de las cámaras de comercio, dando ejemplo en el mundo con proyectos, transformaciones industriales y emprendimientos sostenibles al servicio de la sociedad, que se suman a la conciencia colectiva alrededor de aportar valor desde las personas.

Según los registros del Ideam, en esta temporada de invierno 2022 Colombia ha tenido más lluvias acumuladas que en los años de 2010 y 2011; en ese entonces, el reporte de áreas inundadas, según el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (Igac) era de 764.033 hectáreas, siendo los más afectados La Guajira y los departamentos rivereños de Atlántico, Bolívar y Córdoba, sin olvidar los estragos en la Sabana de Bogotá y Cundinamarca, donde varios planteles educativos, conjuntos residenciales, una universidad y un hospital tuvieron que ser evacuados. Ante la calamidad, los Estados Unidos, Israel, la Unión Europea, Brasil, Chile y Ecuador enviaron ayudas y recursos. El gobierno colombiano de ese entonces tomó la decisión de destinar US$25 millones incautados a los narcotraficantes para atender a los 1,3 millones de damnificados y familiares de las 154 personas fallecidas en las inundaciones.

De la tragedia del invierno 2010 -2011 quedaron lecciones y tareas especificas para acometer por los ministerios responsables, las alcaldías, los departamentos; así mismo, para las corporaciones ambientales y las unidades de gestión de riesgos, que a la luz de los impactos y daños que hoy se están repitiendo deberían responder por la gestión y los recursos que se destinaron, en su momento, para la prevención y el control. Es claro y evidente que algunas acciones sí se hicieron con diligencia y calidad, pues sí se aprobaron políticas públicas, obras de ingeniería, educación para la prevención, fortalecimiento institucional y las más interesantes y sostenibles que fueron las asociadas a la recuperación de rondas de quebradas, recuperaciones en galería, cuidado de bosques y reforestaciones.

En el concierto mundial desde la COP 1, la población sigue creciendo en 2.232 millones de personas y, en consecuencia, la demanda de alimentos esta aumentando. Los países que más impactan, como China e India, han aplazado sus acciones hasta que sus países alcancen una prosperidad económica sostenible; Japón, China, Alemania y Estados Unidos no hicieron parte del compromiso de dejar de vender vehículos a combustión al año 2040, pero los datos atmosféricos, costeros, geofísicos y oceánicos del Reporte Anual del Clima 2021 y de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica confirman que la tierra se sigue calentando 0,18 grados Celsius por década, y que estos últimos 10 años han sido los más cálidos de los últimos 143 años, de acuerdo con el Ncei.

Para el caso colombiano, y conectando con las oportunidades y sobre todo con las acciones de verdadero impacto y sin afectar la calidad de vida en el país: si la mayor contribución de emisiones de CO2 en Colombia es por la deforestación, la solución está en retomar el control, la presencia institucional y la soberanía en el territorio e iniciar en la Amazonía, Orinoquía, el Pacífico, bosques y parques naturales, procesos de protección, reforestación y monetización con estrategias y programas que ofrecen empleo en las comunidades, generan conocimiento ambiental, biótico, abiótico y étnico para y con la academia, así mismo desarrollar oportunidades para emprendimientos turísticos, científicos y financieros en el mercado de bonos de carbono.

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