¿Diciembre es el mes de más despidos?

Cada diciembre surge la misma percepción en las organizaciones: “este es el mes en el que más personas son despedidas”. Para muchos trabajadores, diciembre no solo trae balances y celebraciones, sino también ansiedad, rumores y decisiones difíciles. Pero ¿qué tan cierta es esta idea y qué implicaciones tiene, tanto para las empresas como para las personas?

Pero, ¿qué tan real es esta percepción? Desde el punto de vista empresarial, diciembre no siempre es el mes con mayor número absoluto de despidos, pero sí es uno de los momentos más visibles y simbólicamente sensibles para la terminación de contratos.

En la práctica, muchas compañías concentran decisiones de salida en diciembre por varias razones: cierre de presupuestos y resultados anuales: al finalizar el año fiscal, se ajustan estructuras de costos, se eliminan cargos que no cumplieron expectativas o se reestructuran áreas. También porque se da la planeación estratégica del año siguiente: los cambios organizacionales suelen definirse antes de iniciar un nuevo ciclo. Finalización de contratos temporales o a término fijo, especialmente en sectores con alta estacionalidad. Bonificaciones y cargas prestacionales: algunas empresas, de manera cuestionable, toman decisiones antes de asumir costos asociados al siguiente año.

Más allá de las cifras, diciembre es un mes especialmente complejo desde el punto de vista humano. Despedir en esta época tiene implicaciones psicológicas profundas. Lo primero, es que esto trae un golpe emocional amplificado, ya que diciembre está asociado culturalmente con cierre, familia, estabilidad y esperanza. Perder el empleo en este momento suele vivirse como un fracaso personal, incluso cuando las causas son organizacionales. Segundo, hay un aumento del estrés financiero, ya que los gastos propios de la temporada, compromisos familiares y expectativas sociales hacen que la pérdida de ingresos se sienta con mayor intensidad.

Tercero, hay una afectación del bienestar y la salud mental. Estudios en psicología organizacional muestran que los despidos, cuando se perciben como inesperados o injustos, incrementan síntomas de ansiedad, depresión y sensación de pérdida de control, especialmente en épocas emocionalmente cargadas como fin de año. Cuarto, esto puede traer un impacto en los equipos que permanecen en el sentido que los despidos en diciembre no solo afectan a quienes salen, sino que los colaboradores que permanecen suelen experimentar culpa, miedo e incertidumbre, lo que deteriora el clima laboral y la confianza en el liderazgo.

A lo que viene la pregunta del millón, ¿es entonces una mala práctica despedir en diciembre? Pues no necesariamente, pero sí es una práctica que exige mayor responsabilidad ética y comunicacional. Desde una perspectiva de gestión humana y liderazgo consciente, el problema no es solo cuándo se despide, sino cómo y para qué se hace. Por lo que, despedir en diciembre sin una comunicación clara, sin acompañamiento y sin coherencia con los valores organizacionales puede: dañar la reputación de la empresa como empleador, afectar la marca empleadora en un mercado cada vez más transparente, y debilitar la confianza interna y el compromiso de los equipos.

Diciembre es un mes de balance, pero también de significado. Las decisiones que se toman en este momento no solo cierran un año, definen la memoria emocional con la que las personas entran al siguiente. Las empresas que entienden esto no solo gestionan costos o estructuras; gestionan confianza, reputación y humanidad. Y en un mundo laboral donde el talento elige cada vez más dónde y con quién trabajar, esa diferencia es estratégica. Porque al final, no es solo quién se queda o quién se va, sino cómo se trata a las personas cuando más vulnerables se sienten.