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Analistas 05/10/2021

¿La violencia pondrá Presidente?

Paula García García
Conductora Red+Noticias

Se acerca la hora cero para un cambio de Gobierno y, como si se tratara de un ejercicio coordinado a la minucia, a medida que avanza el tic tac del reloj, arrecia la violencia. Además de una amarga despedida para el Presidente, parecería que los ilegales están decididos a protagonizar la agenda de la que, hasta el momento, no pasa de ser una muy histriónica y poco profunda contienda electoral.

Entre ataques armados y atentados a la fuerza pública. Entre descaradas amenazas de quienes secuestran y asesinan. Entre disidencias, guerrillas urbanas y narcoterroristas. Entre atracos y extorsiones. Así pasamos los colombianos nuestros días. Así nos despertamos y así nos acostamos. Así seguimos viviendo y hasta tenemos la osadía de planear un mañana. ¡Vaya capacidad de resiliencia la que tiene este pueblo!

Como dicen por ahí, aprendimos a bandearnos. Sin embargo, tal virtud o defecto ―depende del lado que se mire―, lejos debe estar de convertirse en una licencia para enfrentar con ligereza tan tremenda coyuntura. Sin dilaciones, llegó el momento de responder preguntas trascendentales. De descifrar el rumbo que puede tomar un país que otra vez se siente acorralado y teme volver a las peores épocas de aquel Estado diezmado.

¿Qué tipo de liderazgo le conviene a una nación que no logra desterrar sus tantas formas de delincuencia?, ¿Hacia qué orilla arrastra a los votantes esta andanada de dolor y muerte?, ¿Cómo responder a la evidente transformación del conflicto interno y sus renovadas dinámicas de insurgencia?

El recrudecimiento de un caos que nunca desapareció, más sí alcanzamos a ver adormecido, ejercerá, ahora, toda la presión posible para llevarnos a escoger un camino. Mano dura versus diálogos, una de las disyuntivas. Retomar o no la relación con Venezuela, hoy bastión del crimen trasnacional, otra decisión compleja. Ni hablar del escozor que genera el debate sobre el enfoque en la lucha contra las drogas, escenario en el que a Colombia le toca la peor parte y, mucho menos, entremos en los detalles de la discusión entre aspersión con glifosato, erradicación manual y sustitución de cultivos. El rentable negocio del narcotráfico, que volvió a estar en sus mejores épocas, con su criminalidad pica y se extiende por los territorios.

No existe rincón de Colombia que pueda decir que conoce el sosiego mientras que, a un ritmo acelerado, palpita la otra crisis. La de las grandes ciudades. Con la robadera disparada y tímidos resultados, hay quienes defienden el que consideran su derecho a estar armados.

Son frecuentes los casos de justicia por mano propia y aumentan los cuestionamientos al legítimo monopolio de la fuerza. A nivel interno se agudizan todos los males en tanto, el país vecino, toca fondo con cifras de pobreza extrema que seguirán impulsando el fenómeno migratorio. En las distintas capitales promete estallar una bomba que se nutre de la xenofobia.

A siete meses de acudir a las urnas, queda la duda sobre si un discurso conciliador para este maremágnum será suficiente. A menos de un año para ser testigos de un nuevo 7 de agosto, pasa de ser una incógnita para transformarse en seria inquietud saber si la inseguridad y la violencia terminarán por poner el próximo presidente, pero, sobre todo, por saber, qué tipo de presidente.

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