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Analistas 29/09/2013

Un nuevo enfrentamiento político en Estados Unidos por la atención médica

Foto: Gabriella Demczuk/The New York Times
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Hace una década, en la introducción de mi colección de ensayos “The Great Unraveling”, sostuve que el Partido Republicano moderno era una “potencia revolucionaria” en el sentido alguna vez definido nada más y nada menos que por Henry Kissinger; una potencia que ya no aceptaba como normales ninguna de las normas de la política, que no sólo estaba dispuesta a tomar posturas radicales sino también a actuar en formas que socavaban a todo el sistema de gobierno que la gente pensaba entender.

En ese entonces, recibí muchos ataques por ser tan “estridente”. Lo aceptado era criticar ambos lados por igual, equilibrar cada columna diciendo cosas malas de los republicanos con otra más atacando a los demócratas; insistir en que cualquier señal de sistema político disfuncional se apoyaba en igual grado de intransigencia en ambos lados.
 
Entonces, ahora enfrentamos la inminente amenaza de un cierre o parálisis gubernamental y/o de una moratoria del gobierno de Estados Unidos porque los republicanos se niegan a aceptar la noción de que se deba permitir entrar en efecto una legislación debidamente promulgada y que sólo se la pueda repeler a través de medios constitucionales.
 
Ah, y la causa por la que la mayoría del Partido Republicano está dispuesta a amenazar con el caos es la noble empresa de garantizar que decenas de millones de estadounidenses  sigan careciendo de atención médica esencial.
 
Ummm. ¿Tal vez tenía razón? No. La Locura del Partido Republicano ahora pudiera ser obvia, pero reconocerla demasiado pronto sigue marcándote como poco fiable y partidista.
 
Es cierto que la situación ha cambiado un poco desde 2003. En ese entonces, los republicanos eran radicales pero racionales: para presionar por las cosas que querían, como recortar los impuestos y una guerra bajo falsas pretensiones, los “Bushies” explotaron la falta de voluntad de los que estaban casados con la sabiduría popular para reconocer la nueva asimetría en las políticas estadounidenses.
 
En estos días los líderes republicanos son débiles, aparentemente indefensos de cara a locos jacobinos que piensan que sabotear al gobierno puede hacer que el Presidente Obama socave su principal logro: la Ley de Atención Médica Accesible.
 
Pero el punto clave es que ahora estamos en un terreno político demente. Los eruditos se sumergieron en el asunto de Siria con un obvio suspiro de alivio; ese tipo de cosas, con todo el discurso pomposo y vacío sobre el liderazgo presidencial y así por el estilo, era un territorio cómodo. Pero al menos para Estados Unidos era una cuestión muy secundaria; la confrontación política, que ahora es casi seguro que produzca al menos algunas semanas de caos, es lo central.
 

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