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Analistas 31/05/2025

Las IES que Colombia necesita

P. Harold Castilla Devoz
Rector General de Uniminuto
Padre-Harold-Castilla

En tiempos en que el mundo vive una acumulación inédita de “policrisis” (cfr. Papa Francisco): climática, ética, educativa, política, las Instituciones de Educación Superior, IES, ya no pueden reducirse a ser una fábrica de títulos. Tampoco basta con ser un repositorio de saber o un escenario de prestigio académico. Las IES están llamadas a convertirse en agentes de transformación social, capaces de tejer respuestas colectivas ante desafíos complejos. Colombia no es ajena a ese llamado. Por el contrario, lo exige con urgencia. Nuestro país, atravesado por la desigualdad, la exclusión educativa, la violencia estructural y la crisis de sentido en las juventudes, necesita IES comprometidas con la justicia social, la paz y el desarrollo integral. Según cifras del Dane (2023), solo 42,3% de los jóvenes entre 17 y 21 años accede a la educación superior, y en las zonas rurales ese número es aún más preocupante; por ejemplo, en el pacífico la cobertura apenas supera 25%, según datos del MEN. Pero no basta la cobertura, también hay revisar para qué educamos y cómo lo hacemos. A esto se suma la baja tasa de graduación y la desigualdad en el acceso a programas acreditados de alta calidad; de las más de 300 instituciones existentes, solo una fracción cuenta con esta, y muchas regiones carecen de ofertas pertinentes y sostenibles. Esto reproduce brechas, en lugar de cerrarlas.

Las IES colombianas deben pasar de ser un privilegio a ser un bien público, con una pedagogía comprometida con el territorio, con las comunidades y con los más vulnerables. Necesitamos liderazgos transformadores que construyan no estructuras verticales centradas en el control, sino instituciones animadas por la colaboración, la ética, la inclusión y el sentido colectivo. Es necesario formar no solo profesionales competentes, sino ciudadanos éticos y comprometidos, conectando los saberes académicos con los clamores sociales. Este modelo no puede ser una excepción solo para algunas IES del país, sino que deberá ser un horizonte común para todas. El país requiere que las IES sean aliadas estratégicas del Estado, de las organizaciones sociales y de los gobiernos territoriales para construir paz, cerrar brechas y fortalecer la democracia. Este tipo de liderazgo, que ya se explora en universidades del Sur global, busca responder con pertinencia a contextos marcados por la precariedad, la exclusión y la fragmentación social.

Ello implica tres tareas concretas: Reimaginar la educación superior como proceso comunitario y territorial donde se diseñen currículos pertinentes, flexibles, y cocreados con la sociedad para que respondan a las necesidades locales. También es fundamental democratizar el acceso y la permanencia mediante políticas públicas robustas y sostenidas, que reduzcan la deserción, especialmente en poblaciones rurales e históricamente marginadas. Según el Ministerio de Educación Nacional (2022), la deserción acumulada en educación superior alcanza 45% en algunos programas. Es necesario aumentar la financiación para responder a poblaciones más vulnerables. Según el Icfes (2023), solo uno de cada 10 estudiantes de estratos 1 y 2 accede a programas universitarios acreditados. Se debe fomentar el liderazgo ético e inclusivo dentro de las instituciones: donde se practique lo que se enseña y se enseñe a transformar, no a sobrevivir ni competir.

Lo que se necesita no es responder al mercado, sino formar para la vida, para la transformación social y para el bien común. Solo así, en este país fragmentado y esperanzado, podremos forjar una educación superior que no solo instruya, sino que transforme.

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