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Una mirada arcaica de la economía como una relación inherentemente conflictiva entre el Estado y el mercado, ha llevado a algunos analistas colombianos a equivocarse sistemáticamente en las predicciones sobre un comportamiento fallido que nunca ocurrió. Que la economía vaya bien los mortifica porque está revelando que sí es posible un manejo en donde, de manera articulada, tanto el Estado como los privados -con sus empresas y trabajadores-, busquen la prosperidad y la riqueza.
La disputa geopolítica actual nos muestra dos escenarios. EE.UU., el país más capitalista del mundo, donde el gobierno federal -con recursos públicos- es el mayor consumidor y comprador. China, con una economía centralizada, que tiene a millones de empresas y trabajadores convirtiéndola en el segundo mayor productor del planeta y el primer exportador.
En Colombia todavía estamos atrapados en la discusión sobre si es el uno o es el otro, cuando debemos concentrarnos en ambos y visibilizar su interrelación. El Estado es el 20% del PIB y el 15% del empleo. Su incidencia en la economía es alta, por supuesto. Durante el actual gobierno, la inversión pública llegó -por primera vez- a más de mil municipios. Allí hay una orientación significativa de recursos que generan empleos e ingresos, pero ni es lo único ni es suficiente. El otro gran rol del Estado es de gestión, orientando inversión (púbica y privada) en sectores estratégicos, habilitando nuevas actividades y facilitando medidas. Sin esto las empresas no pueden prosperar.
Solo algunos ejemplos: una parte importante de los éxitos recientes del café son por los créditos e insumos agrícolas subsidiados con recursos públicos, además del trabajo de promoción de las exportaciones de cafés especiales. Otra: sin el trabajo articulado entre MinComercio, MinTransporte, MinEnergías y DNP, para el marco normativo necesario, no habría hoy producción de buses eléctricos.
El plan de reactivación económica, el pacto por el crédito, la transición energética, la reactivación del sistema férreo, el turismo, las medidas de defensa comercial, la reindustrialización y las acciones frente a la economía popular, también han estado atravesadas por acciones de política pública destinadas a buscar el crecimiento de estas actividades.
Una vez más, toca mostrar que los resultados no coinciden con el catastrofismo. Las empresas y el capital no se están yendo y la inversión -aún cuando no está en niveles prepandemia- sí muestra señales de crecimiento que toca seguir estimulando. Ni la economía colombiana era una maravilla antes ni es un desastre ahora. La transformación debe continuar.
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