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El idioma español es patrimonio que compartimos españoles y latinoamericanos y del que somos responsables a ambos lados del Atlántico. Es un tesoro cultural con indudable proyección económica que goza de excelentes perspectivas de futuro, más allá de los problemas que, como a toda lengua viva, le aquejan. Y es una lengua fuerte y con futuro: ésta es una de las reflexiones que cabe destacar tras la reciente celebración del 400 aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes.
Todos los iberoamericanos tenemos una joya común, un idioma con proyección universal al que hay que cuidar y alimentar. Nuestra lengua hace fuertes e importantes a todos los que la hablamos, en España y en América. Es generalmente reconocido que en España el mejor castellano tiene su “sede” en Valladolid y que en América la tiene en Colombia, cuna de uno de los más exquisitos usos del idioma. La tradición filológica colombiana está enraizada en la historia del país: la Academia Colombiana de la Lengua (1871) es la más antigua en América e ilustres colombianos como Rufino José Cuervo, Miguel Antonio Caro, José María Vergara y Vergara contribuyeron a mejorar nuestra lengua.
El español posee grandes e indudables fortalezas, incluyendo una importante vertiente económica. En primer lugar, una enorme fuerza demográfica. Se trata del tercer idioma más hablado (500 millones de personas repartidas entre América Latina, España y EE.UU.). Como señalara el Instituto Cervantes en 2015, casi 470 millones tienen el español como lengua materna, cifra que sube a 559 millones de incluirse los hablantes con dominio limitado y los estudiantes de español como lengua extranjera. Y ser potencia demográfica convierte al español en una fuente de riqueza económica y contribuye a incrementar, asimismo, la influencia mundial de lo hispano a través del “poder blando” que otorga el idioma.
En lo que se refiere a ese poder blando, el español es cada vez más importante en el medio donde se forjan hoy opiniones y tendencias (segunda lengua más usada en las dos principales redes sociales, FB y Twitter). Además, el potencial de crecimiento de usuarios en español es alto de cara al futuro ya que la penetración media de Internet en Latam es aún baja (22,8%) frente a la de EE.UU. o la UE.
En lo que respecta a su vertiente económica, se estima que 15% del PIB español está vinculado a la lengua, peso que probablemente comparten muchos países de la comunidad iberoamericana. Es un aspecto en el que debemos hacer hincapié para convertir a nuestros países en polos de atracción para los que desean aprender español y en plataformas para crear empresas culturales de proyección global. Estos datos nos conducen a ver la lengua desde una múltiple visión. Sin duda como patrimonio cultural, pero también como apuesta para diversificar y ampliar la economía y ganar peso internacional. De una forma u otra España ya ha entendido lo que le da la lengua. Ahora es Latinoamérica la que debe comprender cuánto les puede aportar, apostar por el idioma como fuente de recursos económicos y para su propia proyección mundial. Se trata de una responsabilidad del conjunto de la comunidad iberoamericana, porque el idioma es de todos. De hecho, si el español es algo importante a escala planetaria, lo es porque lo hablan como primera lengua más de 20 países y en toda una región: Latinoamérica.
El español no solo ayuda a la internacionalización de empresas españolas y americanas y facilita relaciones comerciales, reduciendo costes. Análisis del Instituto Cervantes y otros organismos inciden en que compartir el español eleva un 290% el comercio bilateral entre países hispanohablantes; que la imagen del español se asocia a mejores perspectivas económicas para los hablantes bilingües que lo dominan y que contribuye de forma clave a sectores como el turismo. Según los expertos, la contribución al PIB mundial del conjunto de hispanohablantes (Iberia, Latinoamérica y la pujante comunidad hispana de EE.UU.) se acerca al 9,7%.