Sensación de incomodidad

Existe un momento en la vida en el que llega ese llamado, una sensación de incomodidad y de impertinencia que se manifiesta de diversas maneras pero que siempre llega para asentarse en el corazón. Y es que la sensación de incomodidad es una forma de diálogo con la vida que nos lleva a parar y mirarnos con profundidad. Yo lo compararía con esa etapa de la infancia en la que empezamos a crecer y a mudar dientes, cuando la ropa ya empieza a quedarnos pequeña y sentimos como nos aprietan los zapatos que heredamos. La diferencia es que cuando esta sensación llega en los cuarenta o cincuenta tiene raíces más profundas. Para entenderlo mejor imaginen su vida como una planta a la que se la da abono, el abono de las emociones, las creencias, las tradiciones, las expectativas. Esa planta va creciendo, florece, se deshoja y puede que sus raíces en cierto momento pidan una matera más grande pues ya se han expandido y tienen una dirección en la cual crecer. Es difícil trasplantarla sin que haya daño alguno, pues seguro perderá más hojas y le costará adaptarse a un nuevo contenedor. Sin embargo, en el fondo el proceso es necesario y le permitirá un nuevo ciclo de evolución.

Esta metáfora para mí puede ayudarnos a entender la naturaleza cíclica y evolutiva de nuestra vida. Las crisis que nos llegan en diferentes edades son llamados a mirar lo nos sucede y tomar acción, movernos y evolucionar. La sensación de estancamiento es necesaria para confrontarnos e invitarnos a aprovechar las maravillosas oportunidades de renacer, reinventarnos y porque no, sanar dolores y heridas ancestrales que sin saberlo venimos a administrar en el camino de la vida.

Y es que las crisis llegan a gritos para hacernos sentir que los zapatos con los que venimos caminando ya no nos quedan, nos aprietan e incomodan y nos hacen sentir lejos de nuestra autenticidad. Hay algo de deseo de revolución interior que lentamente se va gestando dentro de nosotros en silencio y que va manifestándose en una relación amorosa que ya no fluye, un trabajo que no se alinea con nuestro propósito, amistades que ya no nos llaman tanto en nuestro corazón o simplemente el deseo profundo de intentar cosas nuevas.

Hay que poner atención a nuestra alma, ella se manifiesta y habla a través de lo que llamo sensación de inconformidad. Es piedra en el zapato, esa marca que sentimos cada día al llegar a casa y en la noche encontrarnos con una sensación de desasosiego. Recientemente la he sentido y he decidido a través de la meditación entablar un diálogo con ella. Por cierto, muy recomendable. Puede que a muchos les dé miedo sentarse y abrir de par en par las puertas de su mente y de su corazón. Al principio puede ser intimidante descubrir todo lo que llevamos dentro y que sabemos que tratamos de anestesiar con la cotidianidad, las redes sociales, el trabajo o un simple trago al final del día.

Escucharnos no es sólo el mayor acto de amor propio, es la mayor obligación con nuestra evolución espiritual. Es un músculo que hay que afinar, pues cuando está sintonizando es una fuente inmensa de sabiduría. Duele y asusta la confrontación, pero es el más grande acto de amor hacia nosotros mismos. Vernos al espejo y con determinación decirnos lo que en el fondo ya sabemos y ver claridad lo siguiente: las cosas que hemos guardado y nunca hemos dicho, los sueños que hemos dejado a un lado por temor, las cosas que ya no queremos tolerar más y aquellas que queremos traer a nuestra vida con intención.

Con esto quiero decir que la llamada ansiedad es bienvenida, nos incomoda, nos descoloca, nos alerta diciéndonos que algo está fuera de lugar y que debemos movernos. La próxima vez que se sientan fuera de lugar, en vez de sentirse mal o dormir la sensación viendo historias felices en las redes sociales, les pido el favor de parar, mirarse al espejo así sea el retrovisor de su carro en el trancón de regreso a casa, respirar profundo una buena cantidad de veces, darle un nombre a la sensación (a mí se encoge el corazón) y preguntarse con curiosidad de dónde viene y qué necesita de ustedes. Se sorprenderán con la información que reciben de su alma, los sorprenderá y hasta asustará el llamado, pero en definitiva se sentirán vivos de nuevo, incómodos pero vivos y con la adrenalina para entender y gestionar los pasos siguientes en su camino de crecimiento y reinvención personal. Por mí que viva la incomodidad como la reina del carnaval del cambio.